Un dador alegre

Sara quería solo una cosa para Navidad: el relicario que había en la tienda de regalos de su vecindario. Un día, encontró a su amiga, Gaby, que miraba el mismo relicario.

Los ojos de Gaby estaban brillantes.

—Mi mamá tenía uno igual —dijo—. El suyo era caro. Lo vendimos cuando se enfermó.

La mamá de Gaby había estado enferma por mucho tiempo.

—Oh… —Sara bajó su cabeza.

—Tengo que irme. Feliz Navidad, Sara.

—Sí, feliz Navidad.

Unos días después, el día de Navidad, Sara tenía una caja bajo el árbol.

—Lamento que este año no tengas muchos regalos —expresó su padre.

—Pero la Navidad no se trata de abrir regalos, ¿verdad? —dijo Sara al recordar la lección de su maestra de escuela dominical—. Celebramos porque Dios ya nos ha dado el mejor regalo. Él nos ama tanto que nos dio a Jesús. Ningún regalo puede ser así.

Papá besó la frente de su hija.

—Estás creciendo tan rápido.

Pero no tan rápido como para no estar emocionada de abrir su regalo.

—¡Es el relicario! ¿Cómo lo sabían? —la niña rodeó su regalo con los brazos—. ¡Me encanta!

Pero después se mordió el labio. Dios había amado a Jesús, Su único hijo, mucho más. Aun así, el Señor envió a Jesús a morir en una cruz para que Sara pudiera ser salva y vivir con Él para siempre. El Señor ya le había dado el mejor regalo. Tal vez Sara podía hacer algo más con el relicario que guardarlo para sí misma.

—Pero, papá… ¿te enojarías si se lo diera a otra persona que lo necesita más que yo?

Su padre levantó las cejas.

—Jamás me enojaría contigo por ser generosa, hija. Dios ama al dador alegre. Pero ¿estás segura? —Sara asintió—. ¿A quién tienes en mente? —preguntó su padre.

Entonces papá llevó a Sara al otro lado del vecindario, a la casa de Gaby. Cuando Gaby abrí la puerta, Sara le mostró el relicario.

—Te traje algo.

Gaby ahogó un grito. Pero no se lo puso alrededor del cuello, como Sandra pensó que lo haría.

—¿Estaría bien si se lo doy a mi mamá?

Sara tragó en seco.

—Por supuesto.

Y la niña aprendió que, a veces, dar regalos era mejor que recibirlos. Ella podía dar regalos como este porque Dios le había dado el mejor de todos los regalos.

BECCA WIERWILLE

DA COMO DIOS TE DA

VERSÍCULO CLAVE: 2 CORINTIOS 9:7

QUE CADA UNO DÉ COMO PROPUSO EN SU CORAZÓN, NO DE MALA GANA NI POR OBLIGACIÓN, PORQUE DIOS AMA AL QUE DA CON ALEGRÍA.

¿Alguna vez has regalado algo importante para ti? Nos encanta recibir regalos, pero Dios ama al dador alegre. Podemos dar a otros porque Dios nos ha dado el mejor de todos los regalos: a Jesús. La Navidad es una excelente época del año para practicar la clase de generosidad que Dios ha tenido con nosotros cuando envió a Jesús a estar aquí en la tierra con nosotros.

Clave de Hoy
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