Sin excusas

“Vamos, Aarón, ¡hasta el fondo!”, le insistió Bernardo a su hermano mayor.  “Sí alcanzas al semáforo”.

“Bueno”, aceptó Aarón.  “¡Agárrate bien!”  Con un estallido de velocidad, pasaron volando por el semáforo justo en el momento en que se puso en rojo.  Pero entonces el hermano mayor gimió al mirar por el espejo retrovisor que un automóvil de policía empezó a seguirlo con las luces encendidas.  El joven se estacionó a un costado de la vía y el oficial de policía le entregó una multa de tránsito.  Bernardo se sentía culpable porque sabía que le había animado a Aarón que se pasara el semáforo que estaba cambiando de color.

Cuando sus padres se enteraron de la multa, Aarón tenía sus excusas: “No veo por qué el policía no pudo simplemente pasarlo por alto.  ¡Lo único que hice fue pasar con un microsegundo de rojo en el semáforo cuando no venía ningún automóvil!”

Su madre negó con la cabeza.  “Fue imprudente y peligroso que no te hayas detenido en ese semáforo.  Rompiste la ley y ahora debes pagar”.

“Así es”, afirmó su padre.  “Me parece que crees que lo que hiciste no fue tan malo, pero la verdad es que sí fue malo”.  Papá suspiró.  “Tus excusas me recuerdan a un hombre que conocí una vez”.

“¿A él también le dieron una multa?”, preguntó Bernardo.

“No, pero al igual que ustedes, chicos, él no creía que las cosas que hacían eran tan malas”, explicó su padre.  “Él no pensaba que era lo suficientemente malo como para ir al infierno.  Eso suena muy duro, ¿verdad?  Pero tenía que darse cuenta de que eso es lo que iba a pasarle si no confiaba en Jesús para que lo salvara de sus pecados.  A lo mejor era muy bueno a los ojos del mundo, pero cualquier persona que se dice sincera tiene que admitir que ha cometido al menos una mala acción.  Y resulta que yo sabía que este hombre había hecho algunas cosas que eran malas”.

“¿Cómo te enteraste de eso?”, preguntó Bernardo.

“¡Porque ese hombre era yo!”, contestó su padre.  “Pero entonces Dios me ayudó a entender que todos, incluyéndome a mí, somos culpables de romper la ley de Dios, y debemos pagar la multa”.  Papá le entregó nuevamente el comprobante de la multa a Aarón.  “Tienes que pagar esta penalidad tú mismo, pero gracias a Dios no debes pagar la penalidad por tus pecados.  Jesús ya lo hizo al morir en la cruz”.  —  PHYLLIS M. ROBINSON

TODOS SON CULPABLES DE PECADO

VERSÍCULO CLAVE: SANTIAGO 2:10

PORQUE CUALQUIERA QUE GUARDA TODA LA LEY, PERO FALLA EN UN PUNTO, SE HA HECHO CULPABLE DE TODOS.

¿Crees que tienes la suficiente bondad como para ir al cielo?  ¿Alguna vez has contado una mentira?  ¿Has desobedecido, por lo menos, una vez?  Por supuesto que sí, y Dios dice que eres culpable, has roto Su ley.  Hay una penalidad que debe ser pagada.  Jesús pagó esa penalidad por ti, para que puedas tener vida eterna.  Confía en Él como tu Salvador hoy mismo.  (Haz clic aquí para que conozcas las Buenas Nuevas que Dios tiene para ti).

Clave de Hoy
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