Medicina amarga

—¡Oh, papá! —exclamó Omar—. ¡No entiendo por qué tienes que castigarme! ¿No puedo hacer alguna tarea extra o algo?

—Lo siento, hijo —indicó su padre—. Pero creo que esta vez el castigo será la mejor manera para recordarte que debes obedecer —él dio palmaditas al hombro de Omar—. Espero que sepas que no disfruto cuando me toca disciplinarte. Lo hago porque te amo.

—Sí, claro —balbuceó Omar cuando su papá se fue.

La semana siguiente, Omar se enfermó con un resfriado y una tos terrible. Él observó con cautela mientras su padre servía una cucharada de medicina para que la tomara, y después se la tragó.

—¡Guácala! ¡Sabe horrible! ¡Ya no quiero más de esa cosa!

Durante la noche, sin embargo, Omar se despertó tosiendo otra vez. Le dolía la garganta y realmente se alegró cuando su padre entró con la medicina. A la mañana siguiente, el niño se sentía mejor.

—La semana pasada estuve castigado y esta semana, enfermo. Siento que nunca más volveré a divertirme. Pero esa medicina en verdad me ayudó. ¡Pero esa medicina no sabe bien para nada!

—Lo sé —admitió papá—, y sé que tampoco te gustó el castigo que recibiste por desobedecer, pero la disciplina se parece mucho a la medicina: tiene el propósito de hacernos sentir mejor.

—Supongo que sí.

—Sé que no es divertido cuando nos disciplinan, pero es una demostración de amor —explicó su padre—. Después de todo, la Biblia dice que Dios nos disciplina como Sus hijos, ¡y Él nos ama más que cualquier otro! El Señor nos ama tanto que Jesús tomó el castigo por nuestros pecados cuando murió en la cruz. Cuando confiamos en Él como nuestro Salvador y nos hacemos miembros de la familia de Dios, Él usa la disciplina para enseñarnos y ayudarnos a crecer.

—Entonces, ¿eso significa que a veces también recibes disciplina? —preguntó Omar.

Papá rio.

—Sí, así es. Algunas veces Dios me ha permitido sufrir las consecuencias de mis acciones pecaminosas. Eso me ha ayudado a darme cuenta de que hice lo malo, porque tenía puestos los ojos en el mundo o en mí mismo, según lo que yo creía que necesitaba, en lugar de confiar en Dios. A pesar de que no fue divertido, me sentí agradecido porque Él me amó lo suficiente como para enseñarme esa lección.

Omar suspiró mientras su padre le servía más medicina.

—¡Entonces también tengo que estar agradecido por la disciplina!

SHERRY L. KUYT

DA GRACIAS POR LA DISCIPLINA

VERSÍCULO CLAVE: PROVERBIOS 3:12 (NVI)

PORQUE EL SEÑOR DISCIPLINA A LOS QUE AMA, COMO CORRIGE UN PADRE A SU HIJO QUERIDO.

¿Disfrutas cuando te disciplinan? ¡A nadie le gusta eso! Pero la corrección que recibes de tus padres te ayuda a crecer para que te conviertas en un adulto maduro y responsable. Disciplinar a un hijo por mal comportamiento es difícil para un padre o una padre, pero es una demostración de su amor. Así que no te resientas por la disciplina. Más bien, da gracias a Dios por la corrección amorosa que recibes.

Clave de Hoy
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