Manos que ayudan

—¡Oye, Laura, espera!

Laura se dio la vuelta en la puerta de su clase en la iglesia y vio que Anabela se estaba apresurando por el pasillo para alcanzarla—. Estás a cargo de la sala cuna conmigo hoy, ¿verdad? —preguntó Anabela—. Vayamos.

Laura bajó la mirada.

—Eh… de hecho, Jacinta iba a reemplazarme.

Anabela frunció el ceño.

—¿Por qué? Tú y yo siempre trabajamos juntas en la sala cuna. ¿Por qué no vas a ayudar hoy?

—Bueno, yo… este… —Laura se retorció, incómoda—. Es que ya no siento que quiero seguir ayudando en la sala cuna.

Anabela la miró con sospecha.

—Laura, nunca había conocido a nadie a quien le gusten los bebés más que a ti en toda mi vida. Algo está pasando. ¿Qué es?

Laura suspiró. Sabía que no serviría de nada tratar de esconder la verdadera razón por la que había decidido renunciar a la sala cuna.

—Es que… los niños tienen tantas enfermedades contagiosas y no quiero caer con ninguna. El día después que estuve en la sala cuna el mes pasado, ¡al bebé de los Jiménez le dio varicela! Y ahora… bueno, está el bebé adoptado de los Monzón, que tiene VIH positivo.

—¡Entonces es eso! —Anabela se quedó en silencio por un momento antes de hablar otra vez—. Laura, las personas que trabajamos en la sala cuna usamos precauciones especiales para nuestra seguridad con el pequeño Pedro. La señora Valenzuela puede contarte un poco más si tienes alguna pregunta, pero no debes tener miedo de cargar a Pedro o de jugar con él. Este niño necesita nuestro amor y cuidado tanto como los demás bebés. Quizá más —ella hizo una pausa y después agregó con gentileza—. ¿Recuerdas el sermón que oímos la semana pasada? ¿Qué hubiera pasado con el leproso si Jesús no hubiera estado dispuesto a ayudarlo?

Laura podía ver en su mente a ese hombre enfermo y sin esperanza, de rodillas delante de Jesús, rogándole que lo ayudara. Y después pudo ver al Salvador con su brazo extendido. Había amor en Su cara y en Su toque. Mientras pensaba en esto, Laura tomó una decisión. Ella levantó la vista y miró a Anabela a los ojos, con una sonrisa.

—Le diré a Jacinta que sí podrá ir al culto —le dijo a su amiga—. ¡Nos vemos en la sala cuna en unos minutos!

CAROLYN A. PENNER

DEMUESTRA EL AMOR DE DIOS A TODOS

VERSÍCULO CLAVE: 1 JUAN 4:18

EN EL AMOR NO HAY TEMOR, SINO QUE EL PERFECTO AMOR ECHA FUERA EL TEMOR.

¿Has estado evitando a alguien que Dios quiere que ayudes? A lo mejor has estado con muchas ocupaciones como para involucrarte. Tal vez hayas sido muy orgulloso. O quizá, como Laura, solo tienes miedo. Jesús no dudó para alcanzarnos cuando estábamos enfermos con el pecado y en necesidad de Su ayuda, y Él quiere que demostremos Su amor a otros. Permite que el amor de Jesús fluya a través de ti a las vidas de quienes necesitan Su toque en este día.

Clave de Hoy
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