Lugares desordenados

Norberto abrió otra caja y empezó a desempacar ansiosamente más de su ropa, guardando un poco en su armario y otro poco en sus cajones. Su familia se había mudado a una nueva casa, ¡y al fin tenía una habitación para él solo!

Su madre entró a ver cómo le estaba yendo.

—¡Qué desorden! —comentó al ver por la ventana. Norberto también miró. Al final de la entrada al garaje había una tremenda montaña de cajas que la familia había usado para empacar sus pertenencias—. Me alegra que el camión del reciclaje venga hoy —señaló mamá—. Todas esas cajas desordenan el lugar y arruinan la imagen de nuestro nuevo hogar.

—Sí —afirmó Norberto, mirando su propio montón de cajas junto a su puerta—. También tengo que sacar esas cajas antes de que pase el camión.

El niño se apuró para vaciar el resto de los cartones que contenían sus cosas, y luego agregó las cajas vacías al montón que estaba en la entrada al garaje. Cuando regresó a su habitación, sonrió. Ahora, sin las cajas, su habitación se veía mucho más grande y acogedora.

Cuando terminaron de almorzar, unas horas más tarde, el camión del reciclaje pasó pro ahí. Todos observaron cómo cargaron las cajas en el camión y dieron gritos de alegría cuando se fue. Entonces papá tomó su Biblia.

—A veces nuestras vidas también se ponen desordenadas y necesitan una limpieza —aseguró—. Leamos el Salmo 32 para el devocional de hoy. Hijo, ¿podrías leerlo en voz alta, por favor? —cuando el niño terminó de leer, su padre asintió—. Cuando confesamos nuestras ofensas, Jesús nos perdona y renueva nuestra comunión con Él, y eso se siente aún mejor que quitar esas cajas de nuestra vista. Si hay pecados amontonados en nuestros corazones, debemos confesarlos a Jesús y permitir que Él nos limpie. Tomemos un momento para pensar en lo que ha pasado en nuestras vidas y confesemos cualquier pecado que esté evitando que disfrutemos plenamente de nuestra relación con Dios.

Norberto inclinó su cabeza. Había algunas cosas que había hecho últimamente que le estaban molestado. «Señor, perdóname por pelear con mis hermanos y decirles cosas feas», oró en silencio. «Por favor, perdóname y ayúdame a pedirles perdón también a ellos». Él respiró profundamente y sonrió. Inmediatamente se sintió mejor.

KATHERINE R. ADAMS

CONFIESA TUS PECADOS Y DISFRUTA LA COMUNIÓN CON DIOS

VERSÍCULO CLAVE: SALMO 32:1 (NTV)

¡OH, QUÉ ALEGRÍA PARA AQUELLOS A QUIENES SE LES PERDONA LA DESOBEDIENCIA, A QUIENES SE LES CUBRE SU PECADO!

¿El pecado hace que tu vida se vea desordenada? Cuando tratamos de esconder o ignorar el pecado en nuestras vidas, este puede evitar que disfrutemos de nuestra relación con Dios. No dejas que eso suceda. Examina tu corazón cada día. ¿Has tenido alguna mala actitud? ¿Hay una mentira que no has confesado? ¿Te has enojado con un amigo? Sea lo que sea, confiésalo a Jesús. Así podrás disfrutar la bendición de una comunión renovada con Él. Confía en que el Señor te ayudará a pedir perdón a cualquier persona que hayas ofendido.

Clave de Hoy
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