La radiografía de la cabeza

Jeremías se sentó en el consultorio del doctor Sánchez; su cabeza palpitaba. «Debí haber escuchado a mamá y a papá, y alejarme de la construcción», pensó.

—¿Cómo sucedió esto? —preguntó el doctor Sánchez mientras terminaba de coser los puntos en la frente de Jeremías.

—Me tropecé y me caí en la vereda —el niño esperaba que su cara no revelara la mentira. Era verdad que se había tropezado y caído en una máquina en la construcción.

—Bueno, vas a estar bien —afirmó el doctor Sánchez—. Pero quiero que te hagan una radiografía, solo para estar seguros.

Jeremías y su madre fueron al departamento de rayos X en el hospital. La cabeza del niño todavía le latía cuando se sentaron en la sala de espera. «Nunca me habían hecho una radiografía de toda la cabeza», pensó Jeremías. «Me pregunto cómo lo hacen». De repente, se sentó derecho.

—¿Esta radiografía mostrará mi cerebro y todos mis pensamientos? —dijo sin pensar. Tan pronto como hizo la pregunta, sabía que era absurda.

—Relájate, hijo —le sugirió su madre, riendo. Después frunció el ceño—. ¿O tienes miedo de que revele pensamientos que no quieres que nadie más vea?

Jeremías no contestó. Se reclinó en su silla, feliz de que los rayos X no pudieran mostrar sus pensamientos. Si así fuera, todos sabrían que había mentido.

Cuando se dirigían a su casa, Jeremías se sentía mejor.

—La pregunta que me hiciste en el hospital me recuerda de algo —indicó su madre—. Nunca deberíamos olvidar que Dios ve todos nuestros pensamientos, tal como imaginaste que la máquina de rayos X podría mostrar los tuyos. No hay nada que podamos esconder de Él —ella miró a su hijo, quien tenía una expresión de culpa—. ¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó directamente.

Jeremías asintió.

—Sí. Mentí. Mamá, me lastimé la cabeza en la construcción, junto a la escuela. Lo siento.

Su madre respiró profundamente.

—Es algo bueno que no hayas terminado más herido de lo que estás, Jeremías —afirmó—. Hablaremos más de esto en casa, con tu papá, pero me alegra que me hayas dicho la verdad.

—A mí también —admitió Jeremías.

—Creo que también tienes que hablar de esto con Jesús —aseguró mamá—. Él ya sabe las cosas malas que pensamos y hacemos, y nos ofrece el perdón. En lugar de tratar de esconder nuestro pecado, debemos confesárselo a Jesús y aceptar Su perdón.

NANCE E. KEYES

DIOS CONOCE TUS PENSAMIENTOS

VERSÍCULO CLAVE: 1 CRÓNICAS 28:9 (NTV)

EL SEÑOR VE CADA CORAZÓN Y CONOCE TODO PLAN Y PENSAMIENTO.

¿Quisieras que las demás personas sepan lo que estás pensando? Probablemente no, y eso está bien, tus pensamientos son personales. Pero recuerda que Dios conoce todos tus pensamientos, los buenos y los malos. Él ve todo lo que hay en tu corazón. Entonces, cuando los pensamientos egoístas te lleven a las acciones equivocadas, no tratas de esconderlos. Más bien, confiésalos a Jesús y Él te perdonará.

Clave de Hoy
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