Imagínalo

Alfredo se limpió las manos en sus pantalones cortos.

—Damas y caballeros, las bases están llenas.

El niño agarró el bate con fuerza, fingiendo que estaba en medio de un juego de béisbol. Dependía de Alfredo hacer que los corredores ganaran el partido. Él practicó su movimiento.

—¡Alfredo! —la voz de su madre interrumpió sus pensamientos—. Es hora de leer un poquito.

El niño refunfuñó. Estaba de vacaciones, pero la maestra de Alfredo había sugerido que leyera un poco cada día.

—Tiene una imaginación asombrosa —había dicho la maestra—, pero prefiere imaginar historias y no quiere leerlas. Necesita mejorar sus habilidades de lectura.

Alfredo entró y se sentó con un libro, pero no leyó. Observó cómo una mosca subía por una pared. «El alpinista luchó por ascender por un costado de la montaña», pensó al mirar a la mosca.

—Oye, mamá —llamó Alfredo después de un minuto—. Creo que debo ir a limpiar mi habitación.

—No, hijo. Tienes que trabajar en tu lectura —contestó su madre.

—Me siento como un rehén aquí —balbuceó el niño mientras regresaba a su libro. Su imaginación lo capturó otra vez. Forzado a sentarse quieto por horas, el valiente rehén tenía la mirada perdida en la fría oscuridad.

Alfredo suspiró y leyó dos líneas. Entonces…

—Voy a sacar la basura —le dijo a su mamá—. O te ayudo a lavar los platos.

—Hijo… —su madre se sentó junto a él—. Siempre te han encantado las historias, entonces no sé por qué nunca quieres leerlas.

—Si supiera cómo escribirlas, haría que los personajes en esas historias hicieran muchas cosas emocionantes —comentó Alfredo.

—Estoy segura de que sí. Tu imaginación es maravillosa. Dios te ha dado ese talento.

—¿Quieres decir que mi imaginación es un talento? —preguntó Alfredo sorprendido—. ¿Crees que me ayudaría a escribir buenas historias? —el niño hizo una pausa—. ¡Eso sería genial!

Mamá asintió.

—Dios nos ha dado dones a cada uno. Podemos usarlos para guiar a otros a Su bondad, al amor y al perdón que Él nos demuestra a través de Jesús. Escribir historias es una forma en la que podrías compartir la imaginación que Dios te ha dado con otros, pero tienes que desarrollar tu don para poder hacerlo. Mientras más leas, más aprenderás cómo escribir tus propias historias.

Alfredo sonrió a su madre.

—Está bien. Voy a volver a tratar de leer.

NANCY G. HILL

DESARROLLA TUS TALENTOS

VERSÍCULO CLAVE: 1 TIMOTEO 4:14

NO DESCUIDES EL DON ESPIRITUAL QUE ESTÁ EN TI.

¿Para qué eres bueno? Todos tienen cosas que les encanta hacer o para las que tienen un don natural. Tu talento podría ser escribir, ayudar a otras personas, cantar, enseñar o muchas otras coas. Dios te dio esos dones para que puedas usarlos para guiar a otros hacia Él. Piensa en cuáles podrían ser tus talentos. Tal vez te ayude preguntarle a uno de tus padres o a otro adulto qué piensa, y después desarrolla tus dones y úsalos para la gloria de Dios.

Clave de Hoy
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