Halando la correa

Milena respiraba entrecortadamente al halar a su cachorrito labrador para que entrar en la casa. Príncipe tenía solo seis meses, pero era fuerte. Su madre levantó la vista de su computadora y rio.

—No sé quién sacó a pasear a quién.

Milenta frunció el ceño.

—Príncipe siempre quiere salir a pasear, pero cuando lo llevo, ¡se pasa halando la cadena todo el rato! Actúa como si él fuera el que decide a dónde ir.

—Todavía es un cachorro —le recordó mamá.

—Lo sé —afirmó Milena—, pero quisiera que aprenda a escucharme. Debería aprender a permanecer a mi lado, como el perro de mi amiga Nieves.

—Tal vez deberíamos llevarlo a una escuela de adiestramiento canino —sugirió su madre—. O al menos empezar nosotras a darle unas lecciones de obediencia —mamá observó por un momento a Milena y después agregó—. A veces los cristianos nos portamos muy parecido a lo que hace Príncipe. En nuestro caminar por la vida con Jesús, halamos la correa para irnos por nuestro propio camino. Pensamos que deberíamos decidir por nosotros mismos lo que es bueno y no queremos escuchar a Dios ni a las personas que Él pone en nuestras vidas para guiarnos, por ejemplo, nuestros padres, que tienen más experiencia y saben lo que es mejor —ella miró a su hija con una expresión un poco severa—. Como la semana pasada, cuando no te di permiso de ir a la fiesta de Jessica.

Milena suspiró.

—No quisiera admitirlo, pero tenías razón. Los padres de Jessica no estaban en la casa y hoy me enteré de que algunos de los chicos hicieron tanto ruido que los vecinos llamaron a la policía.

—Bueno, me alegra que no hayas estado ahí —expresó mamá.

—A mí también —aseguró Milena—. Creo que sí me parezco a Príncipe. Quería irme por mi propio camino, pero tú sabías que no era una buena idea que yo fuera a esa fiesta. Perdóname por actuar de ese modo y por pensar que eras mala conmigo.

La madre abrazó a su hija.

—Es difícil que recordemos que no somos lo suficientemente sabios para elegir nuestro propio camino y necesitamos que Dios nos guíe —indicó mamá—. Esa es una razón porque Dios da padres a los niños, para que podamos compartir la sabiduría que Dios nos ha dado con nuestros hijos, para enseñarles sobre Jesús y animarlos a que confíen en Él.

Milena se quedó pensativa.

—De hoy en adelante, voy a halar menos la correa y voy a escuchar mejor.

KAREN E. COGAN

OBEDECE A TUS AUTORIDADES

VERSÍCULO CLAVE: HEBREOS 13:17 (NTV)

OBEDEZCAN A SUS LÍDERES ESPIRITUALES Y HAGAN LO QUE ELLOS DICEN. SU TAREA ES CUIDAR EL ALMA DE USTEDES.

¿Cómo respondes a la guía de tus padres, abuelos u otros adultos? ¿Los escuchas porque sabes que ellos quieren lo mejor para ti? ¿O halas la correa tratando de ir por tu propio camino? Los padres y madres no son perfectos, pero Dios los provee porque te ama y quiere que aprendas a depender de Jesús. Aprecia y obedece a quienes Dios ha puesto en autoridad sobre ti, puesto que te enseñan a caminar con Él.

Clave de Hoy
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