Escondido adentro

“Hola, mama.  ¿Qué vamos a comer?”, preguntó Augusta al entrar en la cocina.  Su madre sonrió.  La niña hacía la misma pregunta todos los días, cuando llegaba a la casa después de la escuela.  “Tengo tanta hambre cuando me bajo del autobús”, aseguró la hija, quien se acercó a la estufa, levantó la tapa de una olla y echó un vistazo adentro.  “¿Es lo que creo?  ¿Vamos a comer tacos?”  Su madre asintió y Augusta dio un grito de emoción.

“Guarda tus cosas y después podrás ayudarme a picar el resto de los vegetales”, indicó mamá.  La niña tomó sus libros y se dirigió a su habitación. 

“Bueno, ¿qué debo hacer primero?’, preguntó Augusta cuando regresó.

“Primero lávate las manos”, señaló su madre.  “Luego puedes picar esos tomates.  Ya los lavé”.

Augusta agarró un tomate rojo y brillante, y comenzó a cortarlo en rebanadas.  “¡Guácala!  ¡Mamá, está podrido en la mitad!”, exclamó.  “No podemos usarlo”.

Su madre se acercó para ver.  “Qué raro”, comentó.  “Se ve perfecto por fuera, ni siquiera tiene una mancha.  Pero tienes razón.  No podemos usarlo”.

Cuando estaban comiendo, mamá agregó unos tomates a su taco.  “Sabes, hija”, declaró, “ese tomate podrido me hace pensar en nosotras”.

Augusta miró a su madre con una expresión confundida y luego vio sus manos.  “¿Ah?”

Mamá rio.  “Me refería a las personas en general, en cuántos de nosotros ponemos lo que podríamos llamar una bonita fachada.  Tal vez hacemos cosas buenas y nos vemos bien por fuera, pero Dios ve el pecado en nuestros corazones.  Él sabe cómo somos realmente por dentro”.

“¿Estamos podridos y no servimos para nada, como ese tomate?”, preguntó Augusta.

“No exactamente”, explicó su madre.  “No se puede arreglar ese tomate para quitarle lo podrido, así que tuvimos que botarlo.  Pero Dios sí puede arreglar a las personas.  Cuando dejamos de tratar de ser buenos por nuestra cuenta y, en lugar de eso, confiamos en Jesús para que nos salve, Él quita nuestros pecados y nos otorga Su bondad.  Entonces quedamos como nuevos y sí podemos servir.  ¿No te parece genial?”

“Sí”.  Augusta sonrió.  “Quiero ser como estos tomates que están buenos”, afirmó al mismo tiempo que los ponía en su propio taco.  “¡Deliciosos!”  —  CHRISTINE P. HONEY

LAS BUENAS OBRAS NO PUEDEN SALVARTE

VERSÍCULO CLAVE: ISAÍAS  64:6 (NTV)

ESTAMOS TODOS INFECTADOS POR EL PECADO Y SOMOS IMPUROS. CUANDO MOSTRAMOS NUESTROS ACTOS DE JUSTICIA, NO SON MÁS QUE TRAPOS SUCIOS..

¿Haces muchas cosas buenas?  ¿Crees que te ves bien delante de Dios por esa razón?  Pero no es así como funciona.  Aunque quizá te veas bien ante los ojos de las demás personas, Dios ve tu corazón.  Él sabe que eres pecador, que eres pecadora.  Necesitas a Jesús.  Solo Él puede salvarte del pecado y darte un nuevo corazón.  Confía en Él como tu Salvador.   (Haz clic aquí para que conozcas las Buenas Nuevas que Dios tiene para ti).

Clave de Hoy
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