De regreso

Romina estaba a punto de llorar cuando llegó a la casa después de ir de compras con su hermana mayor.

—¡No vas a creer lo que vi en ese mercado de pulgas! —le contó a su mamá—.  ¡Mi muñeca!

—¿Tu muñeca? —preguntó la madre.

—¡Sí!  ¡Mi muñeca!  La que me dio mi abuelita.  Sé que es la mía porque tiene una marca de lapicero en un brazo y ojo que se queda cerrado.

La hermana mayor, Selina, asintió para mostrar que estaba de acuerdo.

—Sí era la muñeca de Romina.  ¡Podría reconocerla en cualquier lado!

—¿Cómo terminó en el mercado de pulgas? —preguntó mamá—.  Últimamente no he donado nada.

Romina se encogió de hombros.

—No lo sé.  Creo que la llevé a la casa de Eugenia hace poco… ¿o fue a la casa de Frida? —la niña levantó sus brazos—.  ¡No lo recuerdo!  Pero debo haberla dejado en algún lado y la donaron por accidente.

—Bueno, déjame llamar a los vendedores para explicarles la situación —indicó mamá, quien sacó su teléfono celular e hizo la llamada—.  Lo siento, hija —dijo unos minutos después—, pero el vendedor me dijo que no les permiten devolver ninguno de los artículos que ya están de venta.

Romina se echó a llorar.

—¡Pero es mi muñeca!  No se la pueden vender a otra persona.

Su madre suspiró.

—Bueno, si realmente amas a tu muñeca, vas a tener que volver a comprarla.

—Mi hermana no debería pagar por algo que ya es suyo —opinó Selina.  Pero Romina corrió a su habitación y comenzó a sacudir su alcancía para sacar las monedas.

Selina aceptó llevar nuevamente a su hermana menor a la tienda.  Cuando regresaron, Romina entró dando brincos de alegría en la casa, con la muñeca en los brazos.

Mamá se veía aliviada.

—La redimiste —expresó con una sonrisa.

—¿Qué? —preguntó Romina.

—La redimiste… la trajiste de regreso.  Hiciste por tu muñeca lo que Jesús hizo por nosotros —explicó su madre—.  Él nos creó para Sí mismo, pero cuando Adán y Eva pecaron, ellos junto con todos los demás seres humanos que vinieron después, quedaron en poder de Satanás.  Entonces Jesús pagó el precio para redimirnos.

—Eso hizo Jesús cuando murió en la cruz, ¿verdad? —preguntó Romina.

Mamá asintió.

—El Señor nos compró con Su propia sangre.  Cuando confiamos en Él, nuestros pecados son perdonados y nos convertimos en hijos de Dios.

VIOLET E. NESDOLY

JESÚS DERRAMÓ SU SANGRE PARA REDIMIRTE

VERSÍCULO CLAVE: EFESIOS 1:7

EN ÉL [JESÚS] TENEMOS REDENCIÓN MEDIANTE SU SANGRE, EL PERDÓN DE NUESTROS PECADOS.

¿Sabías que Jesús pagó el precio para redimirte, es decir, para comprarte y traerte de regreso cuando estabas bajo el control de pecado y de Satanás?  ¡Ya que Jesús derramó Su sangre por ti, puedes convertirte en un hijo o hija de Dios y tener vida eterna con Él!  ¿Has aceptado Su regalo de la salvación, o Satanás todavía es tu dueño?  Si no has confiado en Jesús como tu Salvador, ¡hazlo hoy mismo!  Entonces tu dueño será Dios.  (Haz clic aquí para que conozcas las Buenas Nuevas que Dios tiene para ti).

Clave de Hoy
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