Una mano que ayuda

“Ayúdame con mis guantes, Virgilio”.  Raúl levantó la mano para que su hermano mayor lo ayudara.

“Está bien”, señaló Virgilio, “pero ya estás en el jardín de niños, Raúl.  Deberías ser capaz de ponértelos tú mismo.  ¿Quién te ayuda en la escuela?”

“Mi maestra”, contestó el pequeño.

“Chicos, ¿están listos para salir a la escuela?”, preguntó su padre cuando entró a la cocina mientras se ponía su abrigo.  “Si es así, puedo llevarlos”.

“Estamos listos”, respondió Virgilio.  Se despidieron de su madre y salieron para subir al automóvil.

Mientras se trepaban, se les acercó un vecino.  “Juan, ¿tienes un minuto?”,  preguntó el señor Gutiérrez.  “Mi carro no se enciende.  ¿Me podrías dar una mano?”

“Claro”, contestó papá.  Este condujo el automóvil hasta la casa del vecino, se estacionó junto al vehículo del señor Gutiérrez y sacó de la cajuela los cables puente para pasar la corriente a la batería.  Los niños observaron cómo estos hombres levantaron el capó de ambos automóviles y conectaron los cables de la batería del carro de su papá a la del vehículo del señor Gutiérrez.  Entonces el vecino se subió en su coche y lo encendió.

“¿Por qué conectaste esos cables de nuestro automóvil al del señor Gutiérrez?”, preguntó Raúl cuando ya estaban en camino.  “Pensé que le ibas a dar una mano”.  El niño miró sus propias manos.

“Cuando ayudamos a alguien, decimos que le damos a esa persona una mano que ayuda”, explicó su padre.  “La batería en nuestro automóvil tenía carga, pero la del señor Gutiérrez, no.  Por eso lo ayudamos al conectar ambas baterías.  Eso permitió que la electricidad fluyera de nuestra batería a la suya, para que su carro pudiera encender”.

En pocos minutos llegaron a la escuela.  “Que tengan un buen día, niños”, les deseó papá mientras se estacionaba junto a la vereda.

“Gracias, igualmente”, expresó Virgilio.  “Mamá me dio permiso de correr a la casa del abuelo después de la escuela.  Voy a quitar la nieve de la entrada de su casa”.

“¿Vas a darle una mano al abuelo?”, preguntó Raúl.  “¿Así como me diste una mano con mis guantes?”  Virgilio sonrió y asintió.  “Supongo que a Dios les gusta dar a las personas una mano que ayuda, ¿verdad?”, comentó Raúl cuando salió del automóvil.

Su padre sonrió.  “Claro que sí.  Cuando ayudamos a otros, les mostramos el amor de Jesús.  Él hizo lo que no podíamos hacer por nosotros mismos cuando murió y resucitó para salvarnos”.  —  BARBARA J. WESTBERG

AYUDA A LOS DEMÁS


VERSÍCULO CLAVE: HEBREOS 6:10 (DHH)

DIOS ES JUSTO, Y NO OLVIDARÁ LO QUE USTEDES HAN HECHO Y EL AMOR QUE LE HAN MOSTRADO AL AYUDAR A LOS DEL PUEBLO SANTO, COMO AÚN LO ESTÁN HACIENDO.

¿Has dado una mano de ayuda a alguna persona últimamente?  ¿Puedes pensar en alguien te necesita que le ayudes a limpiar algo o a llevarle su correo?  Tal vez sea un anciano o un amigo con problemas que simplemente necesite alguien que esté dispuesto a escuchar.  Hay muchas maneras diferentes en las que puedes dar a otros una mano en este día.  Piensa en alguna y luego hazlo.  Así mostrarás a los demás el amor de Jesús.

Clave de Hoy
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