Una forma de hablar diferente
Samanta entró en la cocina.
—¡Hola, mamá! ¡Ya llegué!
Su madre levantó la mirada de su trabajo.
—Hola, hijita. ¿Has visto a los nuevos vecinos? —preguntó—. Vi a una niña en el jardín y parece que tiene tu edad. Deberías conocerla.
—Ya la conocí —le contó Samanta—. Le dije mi nombre y le pregunté el suyo, pero no habla ni nada.
—Tal vez solo es un poquito tímida —comentó mamá—. A algunas personas les toma más tiempo ajustarse que a otras.
Samanta negó con la cabeza.
—No, no es eso. Ella no puede hablar. Su mamá salió y me dijo que el nombre de la niña es Isobel, pero no puede decir nada. Tampoco puede oír.
—Ya veo —señaló la madre—. Bueno, tal vez puedas encontrar una forma de ser su amiga de todos modos… tal vez con gestos o algo. ¿Qué te parece?
—Su mamá me dijo que Isobel sabe lenguaje en señas —aseguró Samanta—. ¿Crees que yo también pueda aprenderlo, mamá? Ya he aprendido algunas palabras en la escuela.
—Esa es una gran idea —contestó su madre—. Estoy segura de que podrás aprender más… pero te costará trabajo.
—Lo sé, pero… —Samanta hizo una pausa y sonrió a su mamá—. Estaba pensando en Roberto y Catalina —Roberto era el hermano mayor de Samanta—. La primera vez que fueron al África como misioneros, tuvieron que ir a la escuela de idiomas, ¿recuerdas?
—Sí, me acuerdo de eso —afirmó la madre con una sonrisa—. Antes de poder hacerse amigos de la gente en su nuevo país y compartir el amor de Jesús con ellos, primero tuvieron que aprender su idioma. ¿Estás pensando en que eso es lo que quieres hacer con nuestros nuevos vecinos?
Samanta asintió.
—Sí. Quiero que Isobel se sienta bien recibida aquí; quiero ser su amiga, pero como ella no puede oír ni hablar, sería mucho más fácil para las dos si yo aprendiera lenguaje en señas.
—Estoy segura de que Isobel se sentirá muy emocionada al tener a alguien en el vecindario con quién platicar y ser amigas —expresó mamá—. ¿Qué te parece si aprendo lenguaje en señas contigo? Entonces podremos practicar juntas y las dos podremos acercarnos a nuestros nuevos vecinos.
—¡Excelente! —exclamó Samanta—. ¡Comencemos ahora mismo! — RUTH I. JAY
SAL DE TU ZONA DE CONFORT PARA AMAR A LOS DEMÁS
VERSÍCULO CLAVE: 1 CORINTIOS 9:22 (NIV)
ME HICE TODO PARA TODOS, A FIN DE SALVAR A ALGUNOS POR TODOS LOS MEDIOS POSIBLES.
¿Estás dispuesto a salir de tu zona de confort para hacer amistad con alguien y compartir el amor de Dios con esa persona? Esa es la clase de amor que Jesús nos mostró cuando se hizo humano y murió por nuestros pecados. Piensa en las personas que conoces, ¿qué necesidades o intereses tienen? Ten la disposición de alcanzar a otros en el lugar donde están, para que puedas ser de bendición para ellos.
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