Un manojo de nervios
“¿Qué pasa si no me aceptan en el equipo, papá?”, preguntó Félix mientras caminaban por un sendero irregular en la montaña. El niño pasó la mayoría de su viaje para acampar buscando cosas por las cuales preocuparse.
“Félix, a esta altura creo que has hecho una lista de más de 10 cosas que te preocupan”, señaló su padre. “Entendería tus preocupaciones si estuviéramos peleando con leones o algo así, pero el animal más peligroso que hemos visto fue esa ardillita tímida que se nos cruzó por el sendero hace unos minutos”.
Félix no estaba escuchando. Estaba demasiado ensimismado en sus preocupaciones. “¿Y qué va a pasar si Margarita sigue enojada conmigo?”, continuó. “Ya le pedí perdón mil veces, pero ya casi no me habla”.
El papá frunció el ceño y recogió una piedra grande de un costado del camino. Mientras caminaban, se paró detrás de Félix, abrió el cierre de Félix y dejó caer la piedra adentro. Félix ni siquiera se dio cuenta.
“¿Qué pasa si no logro entender la última lección de la clase de matemáticas? ¡Es tan difícil!” Félix suspiró. “¡Voy a reprobar, y tú y mamá me van a castigar por un mes!” Con cada nueva preocupación que Félix mencionaba, el papá se las arreglaba para meter a escondidas una piedra en su mochila.
“Estoy un poco cansado”, expresó Félix después de un rato. “¿Qué pasa si me canso hasta el punto de no poder terminar el sendero? Quizá sea mejor que regresemos”. El papá añadió otra piedra a la mochila, pero esta vez Félix se dio cuenta.
“¿Qué estás haciendo?”, preguntó. El niño se detuvo, se sacó su mochila y la abrió. “¡Papá!”, dijo con un gruñido. “¡Mi mochila ya estaba pesada sin estas piedras! ¿Por qué la estás haciendo más pesada?”
El papá se encogió de hombros. “No es muy distinto a lo que te haces a ti mismo, ¿no crees?”
“¡Yo no estoy recogiendo piedras!”, exclamó Félix.
“No, pero preocuparse por cada pequeño detalle es similar a llevar a espaldas una carga de pesadas piedras. Solo te produce cansancio y hace que todos los que te rodean se sientan miserables”. El padre se sacó su mochila. “Tomemos un descanso. Tiremos las piedras de tu mochila y me parece que también es un buen momento para orar y para entregarle tus cargas a Jesús. ¿Estás de acuerdo?”
Félix suspiró e hizo un gesto afirmativo. “Qué bien”, indicó su papá. Cuando tú recuerdas lo que Dios ha hecho por ti y confías en que Él cuidará de ti, entonces puedes vivir sin que el peso de las preocupaciones te derribe”.– MIKE DIZE
ENTREGA TODAS TUS CARGAS A JESÚS
VERSÍCULO CLAVE: 1 PETER 5:7
ECHANDO TODA SU ANSIEDAD SOBRE EL, PORQUE EL TIENE CUIDADO DE USTEDES.
¿Pasas mucho tiempo preocupándote? ¿Alguna vez eso te ha ayudado? En lugar de inquietarte por las cosas que no puedes controlar, acude a Jesús para entregarle tus preocupaciones. Él tiene el control de todo y siempre hace lo que es mejor. Confía en que Él manejará los problemas que afrontas y te dará sabiduría. Entonces podrás vivir sin que la carga de las preocupaciones te derribe.
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