Un manantial salado
—¿Qué te parece si vamos a caminar por los senderos de la montaña antes de la cena? —les gritó el señor Carlos a los chicos del grupo de jóvenes de su iglesia. El viaje para acampar era un evento anual que todos habían esperado con ansias.
—¡Sí! —exclamaron varios niños, quienes se alistaron y comenzaron con la caminata.
Después de avanzar por el sendero un tiempo, se encontraron con un manantial de agua.
—Mi bisabuelo decía que, cuando era niño, bebía agua de un manantial que había en el bosque detrás de su casa —comentó Natán—. ¿Podemos beber un poco aquí?
El señor Carlos negó con la cabeza.
—Mejor no. Tal vez el agua sea buena, pero no lo sé. Además, aun si el agua fuera buena, solo dos o tres podrían beber un sorbo antes que se vuelva salada.
Natán miró confundido al señor Carlos.
—¡Si es un manantial de agua dulce, no se volverá salada! Un manantial no da dos tipos de agua.
El señor Carlos sonrió.
—Eso es totalmente cierto. La Biblia dice lo mismo cuando nos dice que controlemos nuestras lenguas. El libro de Santiago enseña que, así como un manantial no da agua fresca y salada, una persona que está llena del amor de Jesús no dice palabras amorosas y desagradables al mismo tiempo.
Natán recordó las palabras enojadas que había intercambiado con su amigo, Tato, esa mañana, mientras armaban su carpa. «Últimamente he estado hablándole mucho de Jesús y lo invité a venir a este viaje para acampar», pensó Natán. «Pero lo que dije hoy, sin duda, no le demostró el amor de Jesús».
—Cuando ponemos nuestra confianza en Jesús, Él nos llena de Su amor —continuó el señor Carlos—. Así como el agua que brota de un manantial, las palabras que decimos deberían fluir de ese amor. Si hemos sido descuidados en esa área, pidámosle a Jesús y quienes hayamos herido que nos perdonen. Confiemos en que Dios nos ayudará a que nuestras palabras vengan de la fuente pura del amor que Él ha puesto en nuestro corazón. Ahora, ¿quién quiere agua?
—¿De este manantial? —preguntó Natán—. Usted nos dijo que no tomemos esa agua.
—No, no de este manantial —el señor Carlos sonrió—. De las botellas de agua que ustedes trajeron.
Mientras los niños tomaban de sus botellas, Natán oró en silencio, pidiéndole a Jesús que lo perdonara por sus palabras dichas en enojo. Después fue a buscar a Tato para pedirle perdón también a él. — DEANA ROGERS
USA PALABRAS QUE DEMUESTREN EL AMOR DE JESÚS
VERSÍCULO CLAVE: SANTIAGO 3:10-11
DE LA MISMA BOCA PROCEDEN BENDICIÓN Y MALDICIÓN. HERMANOS MÍOS, ESTO NO DEBE SER ASÍ. ¿ACASO UNA FUENTE ECHA AGUA DULCE Y AMARGA POR LA MISMA ABERTURA?
¿Tus palabras brotan del manantial del amor que Jesús ha puesto en tu corazón? ¿O a veces dices palabras que son hirientes y no muy amables? Las palabras saladas no deberían provenir de la boca de alguien que ha sido cambiado por Jesús. Él te ha llenado de Su amor para que puedas demostrarlo a los demás. Permite que las palabras que digas fluyan del amor que Dios te ha dado.
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