Un caso perdido
—Oigan, chicos, yo… eh… invité a Humberto para que venga con nosotros —les contó Benjamín a sus amigos mientras armaban las carpas para acampar en su patio trasero—. Dijo que lo pensaría.
—No estarás hablando en serio —Leónidas hizo una pausa para mirar fijamente a Benjamín—. ¿Por qué hiciste eso? ¡Él siempre actúa con tanta rudeza!
—Y dice malas palabras —agregó Elías—. ¿Para qué quieres que venga?
—Tal vez si somos amables con él, aprenderá que Dios no es solamente una palabra que uno dice cuando le sale algo mal —explicó Benjamín—. Además, nosotros no somos perfectos, todos somos pecadores, pero Jesús nos salvó.
Leónidas negó con la cabeza.
—Humberto es un caso perdido. No va a cambiar.
Los niños la pasaron muy bien esa noche comiendo perros calientes, papitas, sandía y durmiendo en sus carpas. Pero Humberto no llegó.
Los meses pasaron y Benjamín seguía portándose amigable con Humberto.
—Finalmente logré que venga a la escuela bíblica de vacaciones —le contó Benjamín a su papá mientras trabajaban en el jardín, un año después—. Pero él sigue actuando tan rudo como siempre. Los chicos creen que es un caso perdido. ¿Tienen razón, papá?
Su padre negó con la cabeza.
—Con Jesús, no existe tal cosa como un caso perdido. El Señor puede cambiar a cualquier persona.
Benjamín señaló una planta un poco grande que crecía entre la maleza, junto a la cerca.
—Mira, papá. Esa parece una planta de sandía —un minuto más tarde exclamó—. ¡Sí es! Tiene una sandía diminuta ahí. Debe haber comenzado a crecer de las semillas de las sandías que comimos cuando mis amigos y yo acampamos aquí.
Mientras Benjamín hablaba, alguien lo llamó desde la vereda. Levantó la mirada y vio a Humberto parado ahí, así que se acercó para conversar.
—Me preguntaba… eh… sobre la historia de la Biblia que nos contó el maestro en la escuela bíblica de vacaciones… no entendí una parte —dijo Humberto vacilante—. ¿Podrías explicarme un poco más?
—¡Claro que sí! —contestó Benjamín—. Voy a traer un poco de limonada para los dos y podemos conversar.
Después que Humberto se fue, Benjamín le contó emocionado a su padre sobre la conversación.
—Parece que la semilla de la Palabra de Dios finalmente está echando raíces en el corazón de Humberto, tal como las semillas de sandía echaron raíces en nuestro jardín —comentó papá con una sonrisa—. Tomó mucho tiempo, pero nadie es un caso perdido ante los ojos de Dios.
CAROLYN E. YOST
NADIE ES UN CASO PERDIDO
VERSÍCULO CLAVE: MARCOS 10:27
TODAS LAS COSAS SON POSIBLES PARA DIOS.
¿Conoces a alguien que parezca ser un caso perdido, en el sentido que jamás se acercaría a Jesús? Nada es imposible con Dios. Sigue orando por tus amigos que no son salvos. Invítalos a la iglesia, habla sobre Jesús y demuéstrales Su amor en tus palabras y acciones. Jesús cambió el corazón de Zaqueo en la lectura bíblica de hoy, y Él cambió tu corazón cuando confiaste en el Señor. Él también puede cambiar los corazones de tus amigos.
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