Pescado para la cena

Karina y su amigo Daniel entraron corriendo a la cocina después de su ensayo.

—¡Justo a tiempo! —exclamó la madre de Karina, mientras sacaba un molde del horno.

—¡Qué delicia! —opinó Karina—. Ese pescado huele delicioso… ¿Daniel? ¿A dónde fuiste?

—¡Estoy afuera! —gritó Daniel desde la puerta.

Karina salió y vio que su amigo se ponía el casco para montar en su bicicleta.

—¡Espera! —dijo la niña—. ¡Pensé que te ibas a quedar para la cena!

—Sí me iba a quedar —admitió Daniel—. Hasta que la olí —el niño se subió a la bicicleta—. Nos vemos mañana.

—¿Dónde está Daniel? —preguntó mamá cuando Karina regresó.

La niña se encogió de hombros.

—Tu pescado huele delicioso, pero Daniel piensa que huele feo. No entiendo… ¡ese olor hace que me aumente el hambre cada minuto!

—Bueno, acabo de cocinarlo —comentó mamá—, pero no puedo hacer que le guste.

Karina se quedó pensando por un momento.

—¿Sabes, mamá? Daniel actúa del mismo modo cuando le hablo de Jesús. Si menciono la palabra «iglesia», arruga la nariz. Pero ni siquiera ha tratado de ir.

La madre movió las zanahorias que estaban en la estufa.

—¿Sabes, hija? Cuando eras bebé, odiabas las zanahorias.

—Pero ahora sí me gustan —aseguró Karina—. ¿Qué pasó?

—Bueno, un día puse una zanahoria en tu plato.

—¿Y la comí?

—No, pero no hiciste un berrinche. Al día siguiente te di otra y mordiste un bocado. Cada día te daba más, ¡y después de un tiempo las llegaste a amar!

—Qué linda historia, mamá, pero ¿qué tienen que ver las zanahorias con Daniel?

Su madre sirvió el pescado con las zanahorias en los platos.

—Nunca cambié el sabor de las zanahorias, hija. No sabía si algún día comerías una, pero si hubiera dejado de ofrecértelas, definitivamente nunca las hubieras probado. Tuve que ser paciente.

—¿Me estás diciendo que le invite a Daniel a comer pescado mañana?

Mamá rio.

—No exactamente, pero sí creo que deberías seguir ofreciéndole a Jesús. Sé paciente. Quizá algún día Daniel entienda cuánto Jesús lo ama, y llegará también a amar a Jesús.

—Puedo hacerlo —Karina hizo una pausa—. Oye, mamá, la comida favorita de Daniel es el espagueti.

Su madre asintió.

—Qué bueno saberlo. La próxima semana tendremos espagueti después del ensayo.

Karina sonrió.

—¡Y zanahorias!

KELLY CARLSON

COMPARTE DE JESÚS CON LOS DEMÁS

VERSÍCULO CLAVE: 2 CORINTIOS 2:15

PORQUE FRAGANTE AROMA DE CRISTO SOMOS PARA DIOS ENTRE LOS QUE SE SALVAN Y ENTRE LOS QUE SE PIERDEN.

¿Qué tal huele Jesús para ti? No podemos hacer que otros amen a Dios, pero podemos amarlos como Dios nos ama. Si tus pensamientos acerca de Jesús son tan maravillosos como el delicioso aroma de tu comida favorita, comparte esos buenos sentimientos. Invita a otros para que aprendan más sobre Jesús. Cuéntales lo que ha hecho en tu vida. Sé paciente. Ora. Haz lo que puedas y déjale el resto a Dios.

Clave de Hoy
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