Pequeños gérmenes

Alberto se sonó la nariz ruidosamente y luego haló su cobija, acercándola a la quijada.  “Puf”, se quejó.  “¡Me siento horrible!”

Su hermana estaba sentada a salvo, lejos, al otro lado de la habitación.  “Hoy en la escuela aprendí sobre los gérmenes que causan las enfermedades”, le contó Esperanza.  “Los gérmenes son tan pequeños que no podemos verlos, excepto si los miramos a través de un microscopio”.

Alberto frunció el ceño.  “Si son tan pequeños, ¿cómo pueden hacer que me sienta tan terrible?”

“Una vez que los gérmenes entran en tu sistema, se multiplican y pelean contra ti.  Si ganan, te enfermas”, contestó Esperanza.  La niña sonrió a su hermano.  “¡Así que debemos tener cuidado de los pequeños gérmenes!”

“Es demasiado tarde”, admitió Alberto mientras se sonaba nuevamente la nariz.

“Creo que voy a hablar sobre los gérmenes en mi clase de escuela dominical esta semana”, les contó su padre.  “Es una buena ilustración de la forma en que funciona el pecado en nuestras vidas”.

“¿A qué te refieres?”, preguntó Esperanza.

“Bueno, cuando no pasamos tiempo con Jesús ni pensamos en cómo Él quiere que vivamos, es fácil que nos descuidemos y olvidemos cuánto Él aborrece el pecado, cuánto daño nos hace”, explicó papá.  “Al principio, casi no nos damos cuenta de que está ahí”.

“Como los pequeños gérmenes”, afirmó Esperanza.  “También olvidamos que están ahí”.

Su padre asintió.  “O, si nos acordamos, a lo mejor creemos que son pequeños y que no nos afectarán.  Podríamos creer que lo malo que hacemos es solo un pecadito y que no tiene mucha importancia.  Pero, a la vista de Dios, no hay pecados chiquitos.  Cuando sabemos que hemos hecho algo malo, debemos confesarlo a Jesús enseguida.  Él nos perdonará y nos hará sentir saludables otra vez”.

“Quisiera sentirme saludable otra vez”, aseguró Alberto en medio de la tos.

Papá fue a la cocina y regresó con un vaso de agua.  “Los gérmenes son seres diminutos que pueden causarnos muchos problemas”, señaló, entregándole el vaso de agua a Alberto.  “Y los supuestos pecados chiquitos también pueden causar muchos problemas.  Dios odia todos los pecados.  Tenemos que confesar y lidiar con cada uno de nuestros pecados, por más pequeños que parezcan”.  —  RUTH I. JAY

CONFIESA TODOS TUS PECADOS, AUN LOS “PEQUEÑOS”

VERSÍCULO CLAVE: 1 JUAN 1:9

SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS, ÉL ES FIEL Y JUSTO PARA PERDONARNOS LOS PECADOS.

¿Te parecen algunas de las cosas malas que haces demasiado pequeñas o sin importancia?  Dios no las ve así.  A Sus ojos, no hay pecaditos, Él odia todos los pecados.  Quizá desobedeciste a tu mamá y te robaste un par de galletas, tuviste pensamientos poco amables o dijiste algo que para ti era una mentirita blanca.  Saca esos gérmenes de tu sistema al confesarlos a Jesús y al recibir Su perdón

Clave de Hoy
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