¡No hales así!
—¡No hales así las riendas! —gritó Perla—. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir?
Su prima menor, Alexandra, cambió de dirección en las riendas.
—Lo siento —murmuró.
Perla frunció el ceño.
—Tienes que recordarlo.
—Ven acá un momento, hija —le llamó su madre, que estaba observando.
—¿Ahora? Estoy ayudándole a Alexandra para que aprenda a montar a caballo —comentó Perla, pero, ante la insistencia de su madre, se acercó a la cerca.
—Creo que deberías hacer caso de tus propios consejos —sugirió mamá.
—¿Mis consejos? ¿Te refieres a que le pedí a Alexandra que no hale tanto las riendas? —preguntó Perla, confundida—. ¡Yo ni siquiera estoy montando a caballo! Ella dice que quiere aprender y estoy haciendo mi mejor esfuerzo por enseñarle. Le dije una y otra vez que no hale con tanta fuerza la boca de Sombra, ¡pero no me entiende!
—Tal vez no, pero la Biblia nos recuerda que las palabras son muy parecidas al freno en la boca de un caballo. Los frenos son pequeños, pero se necesita solo un poquito de presión en ellos para que un caballo cambie de dirección.
—Por eso me enoja tanto que Alexandra hale así la boca de Sombra —respondió Perla—. Le hace daño.
—Ese es justamente el punto, hija. Estás usando las palabras del mismo modo que Alexandra usa el freno.
Perla dudó al recordar la forma tan dura en que regañó a Alexandra.
—Lo que quieres decir es que mis palabras le hacen daño a mi prima —admitió en voz baja.
Su madre asintió.
—Nuestras palabras con frecuencia nos parecen pequeñas a nosotros, pero pueden tener un gran impacto sobre otros. Por eso debemos recordar que Jesús nos da el poder para controlar nuestras lenguas y confiar en que Él nos ayudará a hablar con amor.
Perla suspiró.
—Está bien, lo haré. Ya no seguiré halando —la niña se dio vuelta y corrió nuevamente donde Alexandra estaba con Sombra—. A ver, prima, monta junto a la cerca y hala las riendas con gentileza para que Sombra cambie de dirección.
Alexandra sonrió y siguió sus instrucciones.
—¿Lo hice mal otra vez? —preguntó llena de ansiedad cuando regresó.
—Bueno, todavía estás halando un poco las riendas. Solo necesitas un poquito de presión para que Sombra vaya donde quieras —explicó Perla—. Inténtalo otra vez, ¿bueno?
Después de varios intentos, Alexandra pudo cambiar de dirección sin jalar la boca de Sombra.
—¡Muy bien! —Perla sonrió a su prima—. ¡Bien hecho, Alexandra!
LEAH GOOD
USA TUS PALABRAS SABIAMENTE
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 19:14
SEAN GRATAS LAS PALABRAS DE MI BOCA Y LA MEDITACIÓN DE MI CORAZÓN DELANTE DE TI, OH SEÑOR, ROCA MÍA Y REDENTOR MÍO.
¿Hay veces en que te cuesta usar palabras que ayuden y que no hagan daño? Como señala la lectura bíblica de hoy, la lengua es pequeña pero poderosa. El viejo dicho: «Los palos y piedras podrán romper mis huesos, pero las palabras jamás me harán daño» no es verdad. Confía en que Jesús te ayudará a usar palabras que animen a las personas y les demuestren Su amor. Haz que el versículo clave de hoy sea tu oración.
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