No es broma
“¡Ojalá tuviera cien dólares para poner mañana en la ofrenda!”, le dijo Emma a su mamá. “Los misioneros en Guatemala realmente necesitan el dinero”.
“Si limpias las alacenas esta tarde, te pagaré… no cien dólares, pero sí un poco”, le dijo su madre. “¿Has orado por el dinero que quisieras ofrendar?”
“¿Que si he orado por cien dólares?”, preguntó Emma. “No”.
“Deberías hacerlo”, le aconsejó mamá. “Confía en que Dios te responderá con la cantidad que Él quiera que ofrendes”.
Emma estaba limpiando las alacenas cuando llegó su amiga, Violeta. “Puedo jugar tan pronto como termine de limpiar esta alacena”, la niña le aseguró a Violeta. Se sentó y miró la alacena. “Quisiera que ya estuviera lista”.
“Bueno, yo te ayudo”, exclamó Violeta. “Eso es mejor que un deseo”.
“Lo sé”. Emma se puso de pie. “Siempre estoy deseando cosas y mamá me dice todo el tiempo que tener un deseo no ayuda en nada. Orar y trabajar sí son cosas útiles. Entonces, ¿adivina por qué estoy orando ahora? ¡Para tener cien dólares para la ofrenda misionera!”
Emma se puso de rodillas para sacar algo que estaba atorado en la esquina del armario. “Mira”, dijo, sosteniendo una vieja moneda de un centavo. “¡Este debe ser el comienzo de la respuesta a mis oraciones!” Las niñas rieron con ese chiste.
Al día siguiente, la única ofrenda que Emma tenía era ese centavito y el dinero que su mamá le había pagado. En total, faltaba de largo para los cien dólares. “Bueno, estás dando todo lo que puedes”, le aseguró su madre. “Jesús no espera más que eso”.
Esa tarde, Violeta vino otra vez de visita. “Mi papá ayudó a contar la ofrenda de la iglesia”, le contó a Emma, emocionada, “y se fijó en ese viejo centavo. Él colecciona monedas y dice que es muy valioso… ¡dice que quizá vale más de cien dólares! Cuando le conté a mi papá que tú lo dejaste en la ofrenda, me animó a que te lo dijera para que tuvieras la oportunidad de recuperarlo”. La niña hizo una pausa para tomar aire. “¿Entonces? ¿Quieres tu centavo de regreso?”
Emma miró a su amiga, sorprendida. “¡Por supuesto que no quiero la moneda! Yo la puse en la ofrenda misionera, valga lo que valga”. Ella sonrió. “¡Oré y trabajé para tener dinero para ofrendar, y Jesús usó el trabajo que realicé para responder mi oración como nunca lo hubiera esperado! – AGNES LIVEZEY
ORA Y TRABAJA
VERSÍCULO CLAVE: SANTIAGO 5:16 (NVI)
LA ORACIÓN DEL JUSTO ES PODEROSA Y EFICAZ.
¿Hay cosas que quisieras que fueran diferentes? Solo desear algo no ayuda. Cuando dejas de desear y comienzas a orar y trabajar por lo que deseas, las cosas suceden. Dios obra maravillas cuando Su pueblo ora y trabaja. Ya sea que Él responda tu oración como tú se lo has pedido o no, tienes que saber que Él usará tus oraciones y tu trabajo para bien.
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