Mensaje entregado

Antes que la familia de Perla dejara su obra misionera para regresar a su propio país por unos meses, se despidieron con tristeza de Aniceta.  Ella les había ayudado a traducir el Nuevo Testamento en su idioma.  Ellos sabían que ella los echaría de menos y que ellos también la extrañarían a ella.

En las semanas siguientes, Perla pensaba con frecuencia en Aniceta y toda la familia oraba por ella.  La niña hubiera querido ponerse en contacto con su amiga, pero no había teléfonos ni computadoras en el área en que vivía.  “Enviémosle una carta”, sugirió Perla un día.

“Esa es una muy buena idea, Perla”, aseguró su padre, “pero el correo no llega a las montañas donde ella vive”.  Él se acarició la barbilla, pensativo.  “¡Ya sé!  Su hijo, Isauro, vive en la aldea.  Enviémosle la carta a él y podrá entregársela a su madre”.

Varios meses después, la familia regresó al campo misionero.  De inmediato visitaron a Aniceta, que estaba emocionada de verlos.  “¡Gloria a Dios!”, exclamó.  “¡Regresaron!”

“¡Sí, volvimos!”, afirmó Perla, dándole un abrazo a su amiga.  “Oramos por usted cada día que estuvimos fuera”.

“Lo sé”, aseguró Aniceta, sosteniendo en alto una hoja de papel.  “Isauro me entregó su carta, ¡así que yo sabía que no se habían olvidado de mí!  Vengan, pasen a tomar un té conmigo”.

Cuando Perla y su padre vieron a Isauro más tarde, le dieron las gracias por entregar la carta.

“De nada”, contestó.  “¡Y gracias por entregarnos la carta de Dios para nosotros!”

“¿La carta de Dios?”, preguntó Perla.

Isauro asintió y sostuvo en alto una copia del Nuevo Testamento que Aniceta había ayudado a traducir.  “Antes que ustedes vinieran, ninguno de nosotros sabía que Dios nos amaba.  Creíamos que, si Dios existía, se había olvidado de nosotros.  ¡Entonces nos trajeron una carta de Su parte!  Nos trajeron este libro y nos ayudaron a traducirlo en nuestro idioma.  ¡Ahora sabemos que Dios nos ama tanto que envió a Su hijo, Jesús, para salvarnos!”

“Nunca había pensado en eso antes”, admitió Perla en el camino a casa.  “La Biblia realmente es una carta de Dios, ¿verdad?”

Su papá asintió.  “Y debemos entregar el mensaje a aquellos que no lo han oído, sin importar en qué lugar de la tierra Dios nos haya puesto”.  —  JAN L. HANSEN

ENTREGA EL MENSAJE DE DIOS

VERSÍCULO CLAVE: ROMANOS 10:15

TAL COMO ESTÁ ESCRITO: “¡CUAN HERMOSOS SON LOS PIES DE LOS QUE ANUNCIAN EL EVANGELIO DEL BIEN!”

¿Has escuchado y creído en el mensaje de Dios?  ¿Lo estás entregando a otros para que puedan oír y creer en él también?  Dios quiere que todos sepan que Jesús murió por ellos para que puedan tener vida eterna.  Él ha dado a Sus discípulos, es decir, a todos los que conocen a Jesús, la tarea de entregar Su mensaje.  ¿Con quién puedes compartir hoy en mensaje de Dios?

Clave de Hoy
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