Los terribles dos años
—¡No! —gritó Teresa cuando su hermanito empujó unas revistas que estaban en la mesa de la sala. Ella suspiró y miró a su madre—. ¿Qué le pasa hoy a Beto? Hizo un desastre con su comida durante el desayuno, dibujó encima de mi tarea de matemáticas y trató de ahogar mis peluches en la tina del baño.
—Algunas personas llaman a esta época «los terribles los años» —indicó mamá—. Pero prefiero pensar en esta etapa como «los curiosos dos años». Es una edad en la que los niños aprenden sobre el mundo y quieren estar metidos en todo.
Teresa sonrió mientras arreglaba las revistas.
—Debe ser difícil tener un niño tan mal portado después de haber tenido una hija tan perfecta como yo.
Mamá rio.
—Tendrás la oportunidad de verte a ti misma a esa edad cuando tu tía Gina venga la próxima semana. Ella tiene un video que hizo el verano que fuimos a su boda. En ese tiempo tenías dos años.
—Oh, qué bien —comentó Teresa—. ¡Me aseguraré de que Beto lo mire y vea cómo debe portarse un niño de dos años!
La semana siguiente, Teresa y su familia se reunieron alrededor de la computadora de su tía para ver el video.
—¡Oh, miren! —exclamó Teresa cuando vio en la pantalla a la familia sentada alrededor de la mesa—. Esa soy yo en la silla de bebé, orando por los alimentos… qué dulce.
—Mira otra vez —le dijo su tía Gina.
Teresa ahogó un grito.
—¡No lo puedo creer! Estoy derramando leche en el piso —más escenas pasaron—. ¿Por qué el perro está escondido debajo de la silla? —preguntó la niña.
—Le halaste la cosa —respondió papá.
—Aquí estás vestida para la boda —señaló mamá—. Te veías muy linda.
Teresa sonrió al verse con un elegante vestido blanco que tenía lazos azules. En la siguiente escena, el vestido blanco estaba cubierto de manchas marrones.
—Cuando estábamos listos para irnos a la iglesia, saliste de la casa y te pusiste a jugar en un charco de loco —explicó la tía Gina.
Teresa sonrió cuando su hermanito, Beto, se trepó en su regazo.
—Hola, chiquito. De hoy en adelante, seré más paciente contigo. Puedo ver que, cuando tenía tu edad, también tenía mucho que aprender.
Su madre asintió, pensativa.
—Así es exactamente como deberíamos tratar a nuestros hermanos en Cristo. Tenemos que ser pacientes unos con otros, mientras aprendemos y crecemos en nuestra relación con Jesús. Todos cometemos errores, pero Jesús nos perdona y nos ayuda a aprender a mejorar. Nosotros también deberíamos ser así.
RUTH MCQUILKIN
ACTÚA CON AMOR Y PACIENCIA
VERSÍCULO CLAVE: 1 CORINTIOS 13:4
EL AMOR ES PACIENTE, ES BONDADOSO.
¿Tienes hermanitos menores? ¿Sueles criticarlos? Recuerda que son más pequeños que tú y necesitan tiempo para aprender y crecer, así que sé paciente con ellos. ¿Y qué dices de tus hermanos en Cristo, de los demás cristianos? Confía en que Dios te ayudará a ser paciente con ellos también. El Señor desea que Sus hijos se amen unos a otros y se ayuden mutuamente a aprender y a crecer.
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