Libre como una mariposa
Ana sintió cómo su cara ardía de vergüenza y enojo. Con el rabo del ojo, podía ver cómo Cosme y Amós la miraban y reían. “Tiene tantas pecas”, oyó susurrar a Amós, y luego los niños rieron.
“¡Amós! ¡Cosme!” La señora Bohórquez habló con severidad. “¡Hagan silencio!”
En la hora del recreo, Ana no tenía ganas de hablar o jugar con sus amigas. Encontró un lugar dónde sentarse en el pasto y se dejó caer ahí, sola. “Odio mis horribles pecas”, pensó mientras veía cómo una mariposa aleteaba por ahí. “O quizá simplemente odio a Amós y a Cosme”.
Ana vio que su maestra se acercaba. “¿Te puedo acompañar?”, preguntó la señora Bohórquez. “El día está tan hermoso que simplemente tenía que salir”. La niña trató de sonreír mientras su maestra se sentaba. Ninguna de las dos habló por unos minutos. Solo observaban a la mariposa. Entonces la señora Bohórquez habló otra vez. “¿No te parece hermosa, Ana?” Sin esperar una respuesta, continuó. “Dios formó a las alas de la mariposa muy delicadas y las creó de una forma muy especial, para que el agua no las moje. Solo se queda arriba. Si el agua las mojara, las alas serían tan pesadas que la mariposa no sería libre para volar”.
“Qué interesante”, expresó Ana. Ella no estaba de humor para otra clase de ciencias, pero no quería herir los sentimientos de la señora Bohórquez.
“Nuestros corazones también son así”, agregó la maestra. “Si permitimos que la amargura nos moje, la pesadez nos doblega y no podemos ser libres. Por eso Jesús nos da la capacidad de perdonar. Su amor es como una cobertura especial en nuestros corazones que puede evitar que la amargura entre. Cuando otras personas nos hacen daño, podemos entregarle nuestro dolor a Jesús, en lugar de amargarnos. Él nos da la capacidad de perdonar para que podamos amar libremente a los demás, así como Él nos ama”.
Ana miró a su maestra. Ella sabía que la señora Bohórquez debió haber escuchado lo que Cosme y Amós dijeron. “Gracias, maestra”. La niña se puso de pie. “Si no le molesta, creo que voy a jugar con mis amigas”.
Mientras Ana corría hacia los columpios, pasó junto a Cosme y Amós. “Me gustaron sus dibujos en la clase de arte”, les gritó. Los dos la miraron, sorprendidos. Ella sonrió y se sintió tan libre como una mariposa. — MELISSA ROSS
PERDONA A LOS DEMÁS
VERSÍCULO CLAVE: COLOSENSES 3:13
PERDONÁNDOSE UNOS A OTROS, SI ALGUIEN TIENE QUEJA CONTRA OTRO. COMO CRISTO LOS PERDONÓ, ASÍ TAMBIÉN HÁGANLO USTEDES.
¿Alguien ha herido tus sentimientos? ¿Has permitido que la amargura te moje y su peso te doblegue? Duele cuando otras personas dicen o hacen cosas crueles, pero no permitas que tu dolor se convierta en amargura. Habla de eso con Jesús y confía en que Él te ayudará a perdonar a los demás como Él te ha perdonado a ti. Cuando dejas ir la amargura y eliges perdonar, puedes disfrutar la libertad de mostrar a otros el amor de Dios.
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