Las espinas de la vida (Parte 1)

—En la iglesia, la señorita Linda nos envió a casa con un desafío que debemos cumplir esta semana —comentó Gracia.  Ella le entregó a su madre una hoja de papel—.  Pero no sé cómo hacerlo.

Antes que mamá pudiera leerlo, la pequeña Alina, de tres años, entró corriendo a la casa, con lágrimas en los ojos.

—¡Mami, mira mi dedo!  ¡La flor me hizo daño!

La madre dejó a un lado el papel para revisar el dedo ensangrentado de Alina.  Ella limpió la sangre, le dio un besito en la herida y le puso un curita de flores brillantes sobre el lastimado.

—Recuerda, hijita, que esos rosales tienen espinas.

Alina salió nuevamente con una sonrisa.  Mamá tomó nuevamente la hoja que Gracia le había entregado.

—«Encuentra una herida y sánala; encuentra una necesidad y súplela» —leyó—.  Ese es un buen desafío.  ¿Has pensado en alguna persona que tenga una herida o alguna necesidad?

—Sí unas pocas, ¡pero no sé cómo yo podría sanar a alguien! —exclamó Gracia—.  Eso hacen los médicos, no las niñas como yo.

—¿La señorita Linda no explicó en clase sobre las diferentes clases de heridas? —preguntó su madre.

—Bueno, sí, pero no entendí bien —admitió Gracia.

—Alina acaba de aprender que los rosales tienen espinas que pueden hacerte daño —señaló mamá—.  Y, de cierta manera, lo mismo sucede con la vida.  Al igual que las espinas, las situaciones difíciles pueden causar heridas, cosas como las decepciones, la tristeza o la ansiedad.  Esas son las heridas que podemos ayudar a sanar.

Gracia suspiró.

—Sé que hay mucha gente que sufre, como Julieta… sus padres de están divorciando.  Y el hermano mayor de Estuardo está en la cárcel por vender drogas.  El papá de Berta perdió su trabajo, así que nunca tiene dinero para hacer cosas divertidas después de la escuela.  Todos sienten dolor, pero ¿qué puedo hacer para ayudarlos?  Solo soy una niña.

—Piensa en Alina.  En realidad, yo no sané su dedo, pero creo que le ayudé a sanar un poquito su dolor al darle mucho amor —aseguró la madre—.  Ese tipo de cosas puedes hacer también.  Ya que conoces a Jesús, puedes compartir Su amor sanador con otros.  Busca la manera de animar a estos niños y alegrar sus días.  Lo mejor de todo es que puedes guiarlos a Jesús, que es el único que realmente puede sanar sus heridas.

—Está bien —dijo Gracia, pensativa—.  Eso haré.

BARBARA J. WESTBERG

EL AMOR BORRA EL DOLOR

VERSÍCULO CLAVE: 1 PEDRO 3:8

SEAN TODOS DE UN MISMO SENTIR, COMPASIVOS.

¿Conoces a alguien que tenga alguna herida?  ¿Cómo puedes demostrarle el amor de Dios y Su cuidado?  ¿Invitándole a que se siente contigo en el recreo? ¿Escuchando lo que quiere decir?  ¿Contándole que estás orando por él o por ella?  Ora y pídele a Dios que te muestre lo que puedes hacer para ayudar a quienes están sufriendo.  No esperes resolver todos sus problemas. El simple hecho de estar ahí puede ayudarles a que busquen el amor sanador de Jesús.

Clave de Hoy
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