Lágrimas que sanan

Diego ahogó un grito mientras su bicicleta daba una voltereta en el aire. Un dolor agudo se extendió a través de las palmas de sus manos y sus rodillas.

—¡Ay! —enojado, el niño se secó las lágrimas—. ¡No voy a llorar! —dijo en voz muy alta.

Diego levantó su bicicleta y se fue cojeando a su casa. Sus manos y rodillas le dolían casi tanto como su corazón. Desde la muerte de su abuelo, dos semanas antes, las lágrimas habían estado escondidas detrás de sus ojos. Pero ahora tenía once años; era demasiado grande para llorar.

—¡Oh, estás lastimado! —exclamó su madre cuando Diego cojeó para llegar a la cocina.

—Estaba montando mi bici y me caí —la voz del niño se quebró mientras hablaba.

—Ven al baño para limpiarte. Después te vendaré donde estés lastimados —mamá lavó con delicadeza la tierra y después aplicó desinfectante en las rodillas lastimadas de su hijo. Él apretó los dientes, ya que la medicina le ardía—. Sé que te duele mucho —comentó su madre—, pero hay que limpiar las heridas para que puedan sanar.

Diego respiró profundamente y sollozó. Su madre lo abrazó y lo acercó a ella. El niño se puso tenso y la empujó para alejarse. «No voy a llorar», se dijo para sus adentros. «Los niños de once años no lloran».

Mamá parecía saber lo que estaba pensando.

—Hijo, está bien llorar cuando algo te duele —Diego negó con la cabeza, enojado—. En verdad está bien —aseguró su madre—. ¿Sabías que tu papá lloró cuando falleció tu abuelito?

Diego se quedó asombrado.

—¿En serio? Yo creí que los hombres no lloraban.

—Por supuesto que lloran —afirmó mamá—. Jesús lloró cuando estuvo en la tierra, y eso significa que todos necesitamos llorar de vez en cuando. Las lágrimas son como el desinfectante que te puse en tus heridas. Las lágrimas nos ayudan a procesar el luto y son una parte importante del proceso de sanidad —Diego tenía los ojos fijos en las adoloridas palmas de sus manos. La madre apretó cariñosamente los hombros de su hijo—. Dios sabe que a veces sentimos dolor —declaró—. No tenemos que esconder nuestro dolor. Puedes llorar; Dios nos dio lágrimas para ayudarnos. Y Jesús nos dice que echemos toda nuestra ansiedad sobre Él porque tiene cuidado de nosotros. Él entiende lo que estamos pasando porque también experimentó dolor y tristeza cuando vino a la tierra para salvarnos. ¿No te gustaría contarle ahora mismo sobre tus manos y rodillas… y cuánto extrañas a tu abuelito?

Diego asintió y las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos.

BARBARA J. WESTBERG

ESTÁ BIEN LLORAR

VERSÍCULO CLAVE: JUAN 11:35

JESÚS LLORÓ.

¿Te niegas a llorar cuando algo te duele? Está bien llorar. Dios te dio risa y lágrimas, y ambas son parte de la vida. No debes fingir que eres fuerte y actuar como si estuvieras bien. Aun Jesús lloró y él quiere que te acerques a Él con todos tus dolores. El Señor sabe lo que es sentir dolor y tristeza, y Él promete que te consolará. Así que no escondas tus lágrimas de Él. Él tiene cuidado de ti y quiere ayudarte.

Clave de Hoy
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