La fiesta de los lamentos

Lucas se sentó en el asiento trasero del automóvil, haciendo un puchero.  Cuando su mamá le preguntó por qué tenía la cara larga, su hermana, Silvia, rio.  “Está enojado porque papá no le dejó comprar esa chatarra en la tienda de recuerdos”.

Lucas frunció el ceño.  “No era una chatarra.  A mí nunca me compran nada.  Además, ya hemos estado cuatro días de vacaciones y estoy harto de siempre estar sentado aquí en el asunto de atrás, contigo”.

“Bueno, yo también estoy cansada de estar sentada aquí atrás contigo”, refunfuñó Silvia.  “Hace tanto calor y a veces me mareo”.

Papá y mamá intercambiaron miradas.  Silvia y Lucas se habían pasado en quejas toda la mañana.  Entonces los ojos de su madre brillaron.  “Bueno, ¿y yo?  El colchón de nuestro hotel estaba tan duro que casi no pude dormir y los huevos que comí en el desayuno estaban fríos y demasiado cocidos”.

“¿Y creen que a ustedes les ha ido mal?”, preguntó su padre.  “¡Este viaje me está costando una fortuna!  Trabajo tan duro para ganar dinero y que podamos hacer viajes como este, ¡pero nadie parece apreciarlo!”

Los niños se quedaron mirando a sus padres.  ¡Les parecía muy raro que ellos se quejaran!

Papá se volteó y miró a Lucas y a Silvia, y mamá los observó por el espejo retrovisor.  Ambos padres rieron al ver las expresiones en los rostros de sus hijos.  “También queríamos unirnos a la fiesta de los lamentos”, afirmó su padre. 

“¿Fiesta de los lamentos?”, preguntó Lucas.  “¿Qué es eso?”

“Es cuando las personas se hunden en la autocompasión hasta el punto en que no quieren que nadie las anime”, explicó la madre, señalando el precioso paisaje que los rodeaba.  “¡Guau!  Miren esa vista tan magnífica”, señaló.  “Estábamos tan ocupados con nuestra fiesta de lamentos que nos olvidamos de notar las cosas buenas que nos rodean”.

Papá asintió.  “Creo que deberíamos pasar los próximos minutos pensando en las cosas por las que estamos agradecidos.  Dios ha hecho tantas cosas buenas por nosotros.  ¡Una fiesta de alabanza es mucho más divertida que una fiesta de lamentos, sin duda!  ¿Qué les parece?”

“Me parece que deberíamos convertir nuestros lamentos en alabanzas”, opinó Silvia.

“Sí”, contestó Lucas.  “¡Quizá podamos hacer que nuestras vacaciones se conviertan en una sola gran fiesta de alabanzas!”  —  SHERRY L. KUYT

CONVIERTE LOS LAMENTOS EN ALABANZA

VERSÍCULO CLAVE: SALMO 103:2 (NTV)

QUE TODO LO QUE SOY ALABE AL SEÑOR; QUE NUNCA OLVIDE TODAS LAS COSAS BUENAS QUE HACE POR MÍ.

¿Has tenido una fiesta de alabanzas últimamente?  ¿O estás demasiado ocupado en una fiesta de lamentos?  Cuando buscas razones para quejarte y sentir autocompasión, tu actitud te ciega a las muchas bendiciones de Dios, como Su hermosa creación, Su gran amor por ti y el regalo de Su Hijo, Jesús.  A veces pasarán cosas que no te gusten, pero no permitas que te impidan tener gratitud por todo lo que Dios te ha dado.  Convierte tu fiesta de lamentos en una fiesta de alabanzas.

Clave de Hoy
0 replies

Leave a Reply

Want to join the discussion?
Feel free to contribute!

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *