El torno del dentista

Santiago apretó los brazos de la silla del dentista, esperando que el doctor Chávez estuviera por terminar de taladrar su caries. Sintió mucho alivio cuando el ruido del torno se detuvo y el doctor Chávez revisó el diente.

—¿Ya terminó? —preguntó el niño, muy ansioso.

—Casi. Solo debemos perforar un poquito más, Santiago. Queremos asegurarnos de que el diente no siga dañándose debajo de la nueva calza —el doctor comenzó a trabajar con el torno otra vez—. Si no sacamos hasta el último pedacito de caries en este diente, solo empeorará y causará problemas más adelante —el dentista dudó—. Se parece un poco al pecado, ¿no crees? Si notamos que hay pecado en nuestras vidas y lo ignoramos, también nos causará problemas en el futuro.

—Ajá —dijo Santiago, feliz de no poder hablar mientras el doctor Chávez estaba trabajando. «Creo que no me gusta que mi maestro de escuela dominical sea mi dentista», pensó.

—Por ejemplo —continuó el doctor Chávez—, cuando yo era más joven, solía decir muchas mentiras, mentirillas blancas, como las suelen llamar. Creía que no estaba haciendo daño a nadie porque no parecían tener tanta importancia. Pero un día dije una mentira blanca que se salió de control, y tenía que seguir contándola y haciéndola cada vez más grande para cubrirla. Pero la verdad finalmente salió a la luz y me metí en muchos problemas. Así que ahora, si alguna vez me doy cuenta de que estoy diciendo una mentirilla blanca, lo confieso delante de Jesús y confío en que Él me ayudará a decir la verdad en lugar de mentiras.

El ruido del torno se detuvo y el doctor Chávez sonrió a Santiago.

—Ahora sí está listo ese diente. Y si hay alguna caries de pecado en tu vida, asegúrate de sacar todo lo que está dañado.

—¿Confesándolo a Jesús? —preguntó Santiago, quien se sentía más relajado ahora que ya no tendría que seguir con el torno del dentista.

—Correcto —afirmó el doctor Chávez mientras levantaba la silla del niño a la posición en que él podría sentarse—. Dios siempre nos perdona cuando le confesamos nuestras ofensas. Él te dará un nuevo comienzo cada vez que lo necesites —el dentista le entregó un espejo al niño—. ¡Así como el nuevo comienzo que tiene hoy tu diente!

Santiago miró su diente en el espejo y sonrió.

—Gracias, doctor Chávez —expresó mientras se levantaba de la silla del dentista—. ¡Nos vemos el domingo!

CAROLYN E. YOST

CONFIESA TU PECADO

VERSÍCULO CLAVE: 1 JUAN 1:9

SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS, ÉL ES FIEL Y JUSTO PARA PERDONARNOS LOS PECADOS Y PARA LIMPIARNOS DE TODA MALDAD.

¿Hay alguna cosa en tu vida que sabes que no está del todo bien? A lo mejor son mentirillas, haces trampa o dices chismecillos sobre las personas a sus espaldas. No existen los pecados grandes y pequeños. El pecado simplemente es malo y Dios detesta todos los pecados. Por eso Jesús murió por nosotros, para salvarnos del pecado, para que podamos tener una vida llena de amor. Confiésale tus pecados al Señor y Él te perdonará.

Clave de Hoy
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