El temor de Dios
“Mira, papá”, indicó Nora mientras ella y su padre caminaban por la playa. “Ese hombre que está ahí tiene un letrero. Dice: ‘Tema Dios’”. La niña frunció el ceño. “Tú siempre dices que Dios es nuestro Padre. ¿No se supone que deberíamos amarlo y confiar en Él?”
“Sí”, afirmó papá, “al igual que tú me amas y confías en mí… solo que más”. Él sonrió y apretó cariñosamente el brazo de su hija.
“Entonces no se supone que debemos temer a Dios, como dice ese letrero, ¿verdad?”, preguntó Nora. “Yo no tengo miedo de ti, entonces, ¿por qué debería tener temor de Dios?”
“Bueno…” El padre observó el océano. Había un viento fuerte y las olas golpeaban con dureza la playa. “¿Te meterías a nadar en el mar ahora mismo?”, preguntó.
Nora negó con la cabeza. “¡Ni loca!”
“Pero ¿por qué no? Eres una de las mejores nadadoras del equipo de tu escuela. ¿Cómo podrías tenerle miedo al agua?”
“No le temo al agua”, contestó Nora, “pero soy inteligente y sé que las olas hoy son más fuertes que yo. No quiero tener que enfrentarlas”.
“Entonces, de cierto modo, sí temes a las olas, pero en realidad tu temor es respeto. Respetas el poder que tienen las olas para golpearte, arrastrarte y hacerte un daño real si te metes con ellas”, explicó papá. “Ese tipo de temor trae sabiduría, por lo que no te meterás en el agua, ¿verdad?”
Nora asintió, pensativa. “Supongo que es una buena forma de explicarlo”.
“Es también una buena forma de explicar el temor de Dios”, aseguró su padre. “Él no quiere que tengamos miedo o nos escondamos de Él. Dios envió a Su hijo, Jesús, a morir por nosotros para que podamos tener una relación con Él y ser Sus hijos. Pero también quiere que entendamos cuán poderoso es Él, que Lo respetemos y que sepamos que Él tiene derecho de hacer lo que considere que es mejor, incluso cuando eso incluya el castigar el pecado o disciplinarnos para ayudarnos a madurar”.
Nora miró nuevamente las olas del mar. “Creo que ya lo entiendo”.
“Qué bien”. Papá comenzó a caminar más rápido. “Y como no podemos nadar, “te reto a una carrera al puesto de los helados!” — HEATHER M. TEKAVEC
RESPETA A DIOS Y SU PODER
VERSÍCULO CLAVE: PROVERBIOS 9:10
EL PRINCIPIO DE LA SABIDURÍA ES EL TEMOR DEL SEÑOR.
¿Temes a Dios? ¿Te asombra su sublime poder? Si conoces y amas a Jesús, el temor no es algo que asuste. Es un sentimiento increíble cuando te das cuenta de que todo el poder pertenece a Aquel que te ama y que siempre hará lo que sea mejor para ti. Los hijos de Dios no deben tener miedo de Él. Temer a Dios significa respetar Su autoridad y confiar en que Él cuidará de ti.
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