El silbato
—Abuelo, ¿dónde está Molly? —preguntó Manuel.
El niño había ido a pasar una semana con sus abuelos, y a él le encantaba jugar con Molly, su perrita. Como respuesta, el abuelo sacó un silbato de su bolsillo, lo puso en su boca y sopló.
—Creo que tu silbato está dañado —indicó Manuel—. No suena.
Mientras hablaba, Molly vino corriendo desde los árboles que había detrás del granero. Su abuelo rio.
—El silbato no está dañado. Emite un sonido tan agudo que los oídos humanos no pueden escuchar, pero un perro puedo escucharlo claramente. Molly está entrenada para responder al sonido del silbato. Llama su atención cada vez —el abuelo caminó hacia el porche de la casa—. Puedes jugar con Molly. Yo me sentaré aquí un rato a verlos.
Manuel y Molly corrieron por todo el jardín. Después Manuel lanzó una pelota para que Molly la trajera de vuelta. Ella la trajo y esperó ansiosamente que el niño volviera a lanzarla. Finalmente, Manuel se cansó y fue a sentarse junto a su abuelo, y Molly se acostó a sus pies.
El abuelo tomó un sorbo de limonada.
—Mientras te veía jugar con Molly, me puse a pensar en las formas que Dios nos llama cuando quiere nuestra atención.
Manuel sonrió.
—Él no usa un silbato.
El abuelo negó con la cabeza.
—No, pero se comunica con nosotros de varias maneras. Él nos habla a través de la Biblia. Usa a los padres, maestros, pastores y otros cristianos para guiarnos y animarnos. Y el Espíritu Santo habla quietamente a nuestros corazones.
—¿Cómo sabemos que Dios nos está hablando? —preguntó Manuel.
—Bueno, recuerdo la primera vez que oí la voz de Dios, y fue cuando sentí la urgencia de poner mi confianza en Jesús —respondió el abuelo—. Ahora ya sé que era el Espíritu Santo que estaba hablando a mi corazón. Desde entonces, he aprendido a reconocer Su voz cuando me recuerda de Su verdad en la Biblia o cuando permite que otros cristianos señalen algo en mi vida que debe cambiar. Como hijos de Dios, siempre debemos ser sensibles y estar listos a escuchar lo que Jesús dice. Debemos ser como las ovejas que oyen la voz de su pastor y lo siguen.
Manuel se estiró y rascó las orejas de la perrita.
—Tal como Molly lo hace cuando escucha tu silbato.
BEVERLY KENNISTON
ESCUCHA LA VOZ DE DIOS
VERSÍCULO CLAVE: JUAN 10:27
MIS OVEJAS OYEN MI VOZ; YO LAS CONOZCO Y ME SIGUEN.
¿Estás escuchando la voz de Dios? ¿Te ha hecho sentir la urgencia de acercarte a Jesús para pedirle perdón? ¿Ha impregnado la verdad de Su Palabra, la Biblia, en tu corazón? ¿Ha picado tu conciencia a través de algo que te haya dicho uno de tus padres, un maestro o un pastor? No ignores lo que Dios te está diciendo. Pon atención. Escucha Su llamado y haz lo que Él te pida. Escucha la voz de Jesús y síguelo.
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