El pastel para el concurso

Rosa sonrió mientras su hermano se metía un enorme bocado de pastel en su boca.  “¡Guau!  ¡Tus pasteles son cada vez mejores!”, dijo César.

Ambas, Rosa y su madre, iban a participar con un pastel cada una en la competencia de la feria del condado.  Rosa se inscribió en la división de pasteleros jóvenes, y su mamá en la división de pasteleros experimentados.  La niña quería que su pastel fuera perfecto y había hecho tantos pasteles de prueba que toda la familia estaba cansada de ellos, excepto César.

Un día Rosa entró a la cocina justo cuando César estaba disfrutando el último mordisco de un enorme pedazo de pastel.  “¡César!  ¿Qué estás haciendo?  ¡Ese es mi pastel para la feria!  ¡Lo arruinaste!”

“¡Oh, no!”, exclamó César.  “¿Es el pastel para la feria?  ¿El de verdad?”

“¡Sí, es el de verdad!”  La voz de Rosa temblaba de ira.  “¡Terminé de ponerle el glaseado hace unos minutos!”

“¡Lo siento mucho!”, expresó César.  “Pensé que era un pastel que querías que yo probara.  ¿Tienes tiempo para hornear otro?  ¿Qué puedo hacer para ayudarte?”

“¡Nada!  ¡Voy a tener que empezar todo de nuevo y nunca te voy a perdonar!”, dijo Rosa.  “¡Nunca!”  La niña fulminó con la mirada a su hermano.  “¡Vete de aquí!”, exigió, mientras sacaba su receta.

El segundo pastel de Rosa se estaba enfriando en el mesón de la cocina cuando la niña entró desde el patio, cerrando con fuerza la puerta a sus espaldas.  “¡Rosa!  ¡Mi pastel!”, advirtió mamá.  “¡Se está horneando y el golpe de la puerta podría hacer que se caiga!”

“¿Tu pastel para la feria?”, preguntó Rosa, horrorizada.  “¡No sabía que estaba en el horno!”  La niña echó un vistazo a la puerta del horno para ver qué había pasado.  Para su desánimo, el centro del pastel se había hundido.  “¡Oh, lo siento!”, señaló.

La madre suspiró.  “Bueno, supongo que te gustaría que yo te perdone, ¿verdad?  ¿Así como tú perdonaste a César?”  Mamá alzó sus cejas, mirando a Rosa.  “Él me contó lo que sucedió”.

“Yo… eh…”  Rosa suspiró.  “Sé que debí perdonarlo”.

“Así es”, afirmó su madre.  “Siempre debemos recordar cuánto hemos sido perdonados por Dios, quien envió a Su propio Hijo para morir por nuestros pecados.  ¿Cómo podemos no perdonar a otros cuando Dios nos ha perdonado por todas las formas en que hemos pecado contra Él?”

Rosa asintió.  “Voy a buscar a César”.  La niña sonrió.  “¡Gracias por perdonarme!”  – BERNARD PALMER

PERDONA A LOS DEMÁS

VERSÍCULO CLAVE: EFESIOS 4:32 (TLA)

PERDÓNENSE, ASÍ COMO DIOS LOS PERDONÓ A USTEDES POR MEDIO DE CRISTO.

¿Hay alguien a quien tengas que perdonar?  Cuando pusiste tu confianza en Jesús, Él te perdonó tu pecado y te convirtió en Su Hijo o Hija.  Jesús, además, de perdona cuando vuelves a pecar y lo confiesas.  ¿No te alegra que Él, en Su gracia, te perdone y no guarde resentimientos?  Si sientes la tentación de albergar resentimiento, habla con Jesús sobre eso.  Luego depende de Él para que te ayude a perdonar a otros como te ha perdonado a ti.

Clave de Hoy
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