El arbusto de lilas

Amapola entró en la cocina el momento en que su madre entraba del patio. Era un día caluroso y la cara de su mamá estaba roja y con gotas de sudor.

—¡Mamá! —la niña rio—. ¿Qué estabas haciendo?

Su madre respiraba con dificultad, pero estaba sonriendo.

—Salí hace un par de horas para limpiar los arbustos de lilas. Bueno, estaban en peores condiciones de lo que pensaba. Solo entré a tomar agua, pero todavía tengo mucho que hacer.

—¡Yo te ayudo! —exclamó Amapola, tomando sus guantes de jardinería.

Cuando ambas se acercaban a los enormes arbustos de lilas que había en el jardín, la niña vio las gruesas enredaderas que se abrían camino hacia arriba, por todos los arbustos, evitando que recibieran la luz del sol.

Mamá tomó el hacha de mano y las dos se pusieron a trabajar. La madre cortó las enredaderas en la base y Amapola las haló para sacarlas del arbusto. Las enredaderas estaban tan aferradas a los arbustos que muchas veces tuvieron que halar las dos juntas hasta que la planta se soltara y las lilas regresaran a su altura real.

—Eso fue difícil —comentó Amapola cuando terminaron. ¡Estaba tan cansada que le costó levantar el vaso de té frío hasta su boca!

—Estoy de acuerdo —afirmó su madre—. Pero ¿sabes una cosa? A veces, cuando trabajo así en el jardín, recuerdo que Dios está haciendo el mismo tipo de trabajo en mi corazón. Eso me ayuda a que el esfuerzo sea más soportable.

—¿A qué te refieres con el mismo tipo de trabajo? —preguntó Amapola.

Mamá miró fijamente los arbustos, pensativa.

—Mi naturaleza pecaminosa, es decir, mi deseo de hacer cosas malas que se van en contra de quién soy en Jesús, se parece mucho a esas enredaderas. Luchar contra ella a veces me parece tan difícil como arrancar las enredaderas. Pero, a causa de Jesús, tengo el Espíritu Santo, quien me da el poder para resistir el pecado y me ayuda a crecer para que sea más santa, más como Jesús. Cuando arranco esas enredaderas, recuerdo el trabajo del Espíritu Santo en mi vida y me siento tan agradecida porque no tengo que luchar sola contra mis deseos pecaminosos.

Amapola miró cómo los arbustos de lilas se mecían sin problemas en la brisa, mientras pensaba en las palabras de su mamá. Ella sabía que también tenía el mismo poder en su interior.

EMILY TENTER

DIOS NOS HACE SANTOS

VERSÍCULO CLAVE: SALMO 66:12

PASAMOS POR EL FUEGO Y POR EL AGUA, PERO TÚ NOS SACASTE A UN LUGAR DE ABUNDANCIA.

¿Ves alguna evidencia del trabajo del Espíritu Santo en tu vida? Si conoces a Jesús como tu Salvador, Dios te está refinando y haciéndote más como Él. ¡A veces es incómodo y es imposible que lo hagas solo! Dios nos da el poder de dejar atrás nuestros hábitos pecaminosos y buscar la santidad. Cada vez que luches con el pecado, recuerda que Dios te está haciendo más como Jesús y confía en que Él te ayudará a demostrar Su amor en tu vida.

Clave de Hoy
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