Dos rollos de canela, no pescado

—¡Sí! ¡Rollos de canela! —Ana se puso a brincar en su asiento del comedor; sus trenzas se movían de arriba abajo. Con cuidado abrió la bolsa de plástico y el delicioso olor llenó el aire.

—Ana, ¿me compartes un poco? —le preguntó su amigo, Andrés, que estaba sentado al otro lado de la mesa, espiando las delicias que había traído la niña.

Ana dio un mordisco a un rollo de canela y masticó lentamente con sus ojos cerrados. Ella lamió el glaseado pegajoso de sus dedos.

—Tú trajiste galletas —dijo apuntando a las migajas que estaban frente a él—. No necesitas mis rollos de canela.

—¡Por favoooor! —rogó Andrés, que juntó sus manos e hizo un puchero.

—No, estos son míos —Ana estaba a punto de comerse su segundo rollo cuando vio a Cristiano—. ¿Cristiano está comiendo solo otra vez?

Andrés se volteó para ver.

—Parece que sí. Siempre come un sándwich de mantequilla de maní con mermelada. Yo me quedaría con hambre si comiera solo eso.

Ana frunció el ceño.

—Eso me recuerda a algo. ¿Te acuerdas de lo que aprendimos, de cómo Jesús alimentó a cinco mil personas con el almuerzo de un niño pequeño? No era mucho, pero lo compartió con Jesús. ¡Y Jesús hizo un milagro con eso!

—Sí —afirmó Andrés—. ¡Supongo que ese niño se quedó sorprendido cuando los cinco panes y los dos pescados que trajo para su almuerzo alimentaron a cinco mil personas!

Ana vio primero su rollo de canela y después a Cristiano.

—¿De qué me sirve este pequeño rollo de canela? —susurró para sí misma.

—Oye, no lo vas a tirar a la basura, ¿verdad? —preguntó Andrés, quien dio un brinco cuando su amiga se levantó.

—No —respondió Ana—. Quiero compartir lo poco que tengo. No puedo alimentar a todos, pero tal vez sí pueda ayudar a alguien —la niña caminó hacia la mesa de Cristiano—. Hola, Cris —ella le ofreció el rollo de canela.

—¿Qué es eso? —preguntó Cristiano tímidamente.

—Es un rollo de canela —contestó Ana—. Mi mamá lo hizo, pero quiero compartirlo contigo.

Cristiano abrió los ojos, sorprendido, y luego se le llenaron de lágrimas.

—Mi mamá hacía rollos de canela antes de enfermarse.

—Oh —Ana se mordió el labio—. Toma, pruébalo —ella se lo entregó y se sentó al otro lado de la mesa—. Está delicioso.

Cristiano sacó el rollo de la bolsita de plástico y lo mordió con cuidado. Mientras masticaba, cerró sus ojos y sonrió.

Ana sonrió también.

KENZIE MCGREGOR

PERMITE QUE JESÚS USE LO QUE TIENES

VERSÍCULO CLAVE: JUAN 6:9

AQUÍ HAY UN MUCHACHO QUE TIENE CINCO PANES DE CEBADA Y DOS PESCADOS; PERO ¿QUÉ ES ESTO PARA TANTOS?

¿Tienes alguna cosa pequeña que puedas compartir para ayudar a otros y demostrarles el amor de Dios? Quizá tengas un carrito de juguete, un libro o un juego que pudieras compartir. Quizá puedas cantar o hornear algo o escribir una nota de afecto a otra persona. No importa cuán pequeño sea el detalle, Jesús puede usar lo que estés dispuesto a compartir para Su gloria.

Clave de Hoy
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