Corona navideña
—Esto huele tan delicioso —comentó Celso mientras sacaba una corona navideña fresca del automóvil de su madre.
—Sí, también me encanta el olor del pino —opinó mamá—. Puedes dejar la corona en el porche por ahora.
Celso estaba a pocos pasos del porche cuando tropezó con su patineta. La corona se le escapó de las manos y cayó al piso con un golpe. Con la caída, algunas partes de la corona se salieron.
—¡Oh, hijo! —exclamó su madre—. ¿Estás bien?
—Sí —contestó Celso mientras mamá le ayudaba a levantarse. Los dos examinaron la corona para evaluar los daños—. Lo siento mucho. ¿La arruiné?
—Está un poquito golpeada —admitió su madre—. Pero creo que puedo arreglarla —ella hizo una pausa—. ¿No te dije que guardaras tu patineta hace rato?
Celso asintió.
—Sí, pero lo olvidé. Perdóname.
—¿Qué te parece si tomas tu patineta y la llevas a su sitio en el garaje? —mamá sonrió—. Así no saldrán heridos más humanos ni coronas navideñas.
Celso sonrió y obedeció. Cuando regresó al porche, su madre había arreglado la corona y esta colgaba de la puerta de la casa.
—¿Cómo se ve? —preguntó mamá, dando un paso hacia atrás.
—Se ve muy bien, mamá —respondió Celso—. ¿Por qué ponemos coronas en Navidad?
—Bueno, me gusta pensar en las coronas como recordatorios del amor infinito de Dios para nosotros —explicó su madre—. Las coronas tienen la forma de un círculo, y los círculos no tienen principio ni final. Y tampoco tiene final el amor de Dios por nosotros. Jesús lo demostró cuando vino a la tierra como un bebé esa primera Navidad. Él es 100 % Dios, pero también se volvió 100 % humano para morir por nuestros pecados, y aunque ha resucitado, siempre será humano. Siempre será ambas cosas, Dios y hombre, divino y humano, ¡por toda la eternidad! Tanto así nos ama Dios. Él se hizo uno de nosotros para estar con nosotros por siempre.
—Estoy agradecido de que el amor de Dios por nosotros sea infinito —expresó Celso.
—Yo también —dijo su madre—. Cada vez que vea esta corona, recordaré que, sin importar lo que hagamos o lo que tengamos que enfrentar, el amor de Dios es más grande.
MELISSA YEAGLE
EL AMOR DE DIOS NO TIENE FIN
VERSÍCULO CLAVE: JUAN 1:14 (NTV)
ENTONCES LA PALABRA SE HIZO HOMBRE Y VINO A VIVIR ENTRE NOSOTROS. ESTABA LLENO DE AMOR INAGOTABLE Y FIDELIDAD.
¿Sabes cuánto te ama Dios? En Navidad recordamos que Jesús, quien es Dios, nos ama tanto que vino a la tierra como humano y murió por nuestras faltas, para que podamos ser salvados del pecado y de la muerte. Jesús se hizo uno de nosotros, para que pudiéramos tener un hogar con Él para siempre. Su amor por ti no tiene fin. ¿Has puesto tu confianza en Jesús? (Haz clic aquí para que conozcas las Buenas Nuevas que Dios tiene para ti).
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