Bienvenidos a casa

Cuando el automóvil se detuvo en el callejón sin salida, Celia miró por la ventana con gran asombro.  Era una casa pequeña, pero mucho más grande que el diminuto apartamento donde vivían ahora ella y su madre.  La vivienda tenía un garaje, porche y enormes ventanas.  Y en el patio trasero, detrás del letrero que decía «VENDIDA», se levantaba un enorme roble del que colgaba un columpio.

—¡Me encanta, mamá! —Celia desabrochó el cinturón de seguridad, saltó de su asiento especial para niños y fue corriendo para probar el columpio.  La niña se meció y se balanceó por unos minutos.  Cuando finalmente se detuvo para descansar, su madre estaba de pie en la acera, con una gran sonrisa.

Celia corrió y abrazó a su mamá alrededor de la cintura.

—¿En verdad esta casa es nuestra?

La madre acarició el cabello de la niña.

—Siempre y cuando pague la hipoteca.

Celia todavía estaba un poquito mareada por el columpio, Celia trató de entender esa nueva palabra extraña.

—¿Qué es una «hipoqueta»?

—Una hipoteca es un tipo especial de préstamo.  Esta casa cuesta tanto que no puedo pagarla como un juguete o un pan.  Pedí prestado dinero al banco y ahora tengo que pagarles.

Confundida, Celia levantó la mirada.

—Entonces, ¿en realidad esta casa le pertenece al banco?

Mamá asintió.

—Hasta que termine de pagarla.

—¿Y en cuánto tiempo será eso?

—Treinta años.

—¿Treinta años? —Celia frunció el ceño—.  Esa es una eternidad.

—Hijita, está bien.  Eso es lo que la mayoría de las personas debemos hacer para comprar una casa —la madre se arrodilló para mirar a Celia a los ojos—.  Pero también tenemos un hogar que ya está completamente pagado.

Celia abrió los ojos por el asombro.

—¿De veras?  ¿Dónde está?

—En el cielo con Jesús, y el Reino que un día establecerá en la tierra cuando Él regrese.  Debido a que confiamos en Jesús, nuestro hogar es con Él.  Es mucho mejor que cualquier casa, jardín o columpio de este mundo caído.  Pero a causa de nuestro pecado, cuesta mucho más de lo que podríamos pagar.  Por esa razón, Jesús pagó por nosotros.  Cuando confiaste en Él, recibiste un lugar en el hogar de Dios para siempre.

—¿Para siempre?

-Sí, para toda la eternidad… no para una «eternidad» de 30 años.

—Ya entendí —Celia sonrió—.  ¡Jesús es mi «hipoqueta» para el cielo! —la niña salió corriendo para explorar el patio trasero.

Riendo, mamá le gritó:

—¡Mucho mejor!  ¡No hay que hacer pagos mensuales! —  JUAN LEATHERMAN

JESÚS PAGÓ POR NUESTRO HOGAR CELESTIAL

VERSÍCULO CLAVE: ROMANOS 5:9 (NVI)

Y AHORA QUE HEMOS SIDO JUSTIFICADOS POR SU SANGRE, ¡CON CUÁNTA MÁS RAZÓN, POR MEDIO DE ÉL, SEREMOS SALVADOS DEL CASTIGO DE DIOS!

¿Sabías que Jesús compró un hogar para ti que es mejor que cualquier casa o apartamento en el que puedas vivir?  Él pagó el precio de tu pecado en la cruz para que puedas vivir con Él para siempre en el cielo.  No tienes que hacer nada para ganarlo, es un regalo gratuito.  Confía en Jesús como tu Salvador.  (Haz clic aquí para que conozcas las Buenas Nuevas que Dios tiene para ti).  ¡Así tendrás un lugar en Su hogar eterno!

Clave de Hoy
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