¡Baja la velocidad!
Abigaíl entró en el automóvil, sintiéndose culpable. Acababa de pelear con su mejor amiga, quien había obtenido una calificación mucho más alta en su examen de ortografía.
“¡Mira cuánto saqué!”, exclamó Jessica, agitando su examen en el aire.
“¡Eres una presumida y una orgullosa!”, contestó Abigaíl. Tan pronto como las palabras salieron de su boca, la niña se sintió terrible. Pero ya era demasiado tarde.
“Bueno, ¡solo tienes envidia!”, prorrumpió Jessica y se fue rápidamente, pero se veía herida.
La madre de Abigaíl, que había escuchado la discusión, se quedó callada mientras su hija entraba en el automóvil y cerraba la puerta. Unos minutos más tarde, se acercaron a una intersección y el semáforo se puso en rojo, pero la mamá no bajaba la velocidad para detenerse en el semáforo, así que Abigaíl gritó: “¡Detente!” Su madre pisó rápidamente los frenos y sintieron un golpe en la parte de atrás.
“¿Está todo bien?”, preguntó Abigaíl después que su mamá inspeccionara los daños.
“Sí. Afortunadamente solo hay un rasguño en el parachoques, y el otro automóvil no tienen ningún daño”, respondió la madre.
Siguieron por su camino, y mamá sorprendió a Abigaíl, diciéndole: “¿Sabes? NO haber bajado la velocidad en el semáforo me recuerda a lo que pasó hoy entre tú y Jessica”.
“¿Cómo?”, preguntó Abigaíl.
“Bueno, cuando queremos decir algo negativo o hiriente, debemos bajar la velocidad para poner atención al semáforo que hay en nuestro interior”.
“¿Ah?”, expresó Abigaíl, confundida.
“Cuando estés a punto de decir alguna cosa, imagínate que ver una luz amarilla y baja la velocidad”, explicó su madre. “Pregúntate: ‘¿Lo que voy a decir es una palabra amable?’ Si la respuesta es sí, ¡el semáforo está en verde! Si la respuesta es no, piensa un poco más. ¿Vale la pena decirlo? Si no, ¡el semáforo está en rojo! Detente y piensa en la razón por la que quieres decirlo. ¿Es porque te estás comportando e un modo egoísta en vez de amar a esta persona como Jesús te ama?”
Abigaíl suspiró. “Supongo que sí tiene sentido”.
“Además”, continuó mamá, “si no frenas en los semáforos, puedes chocarte”.
Abigaíl se quedó callada por un minuto. “Mamá, ¿puedo caminar a la casa de Jessica cuando lleguemos?”, preguntó. “Tengo que arreglar una amistad”. – KEIRA A. DOWNS
HABLA CON AMOR
VERSÍCULO CLAVE: SANTIAGO 1:19
QUE CADA UNO SEA PRONTO PARA OÍR, TARDO PARA HABLAR, TARDO PARA LA IRA.
¿Alguna vez dices cosas de las que luego te arrepientes? Si alguien nos hiere, muchas veces queremos herirles también. En lugar de eso, debemos cuidar nuestras palabras y guardar nuestros corazones. La próxima vez que estés molesto, baja la velocidad y piensa antes de hablar. Deja que el Espíritu Santo guíe las palabras que salgan de tu boca, para que sean de ánimo para otros y demuestren el amor de Jesús.
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