Alto y derecho
Amari observaba mientras su padre clavaba una estaca en la tierra, junto a un pequeño árbol. Él comenzó a amarrar el árbol a la estaca. “¿Por qué haces eso?”, preguntó el niño.
“Si no lo hago, este árbol no crecerá derecho y alto cuando alcance su desarrollo”, respondió papá, al momento que ponía su mano en el pequeño tronco del árbol. “¿Ves cómo empezó a inclinarse a un lado? Si no hago algo para arreglarlo ahora, seguirá inclinándose hasta que sea demasiado tarde para corregirlo”.
Cuando el padre terminó la tarea, Amari dio unas palmaditas en el tronco del árbol. “No te sientas mal, arbolito”, le dijo. “Puede que ahora te duela, pero después vas a agradecerlo, cuando hayas crecido derecho”.
“¿Así es como te sientes cuando tengo que corregirte a ti en algunas cosas?”, preguntó papá con una sonrisa.
Amari rio. “En realidad, no, pero es lo que siempre me dices”.
“Bueno, cuando veo que haces cosas que no te hacen parecer a Cristo, es mi deber corregirte y ayudarte a cambiar tu actitud, así como estamos ayudando a este arbolito”, explicó su padre. “Cuando lo ves de ese modo, ¿no agradeces cuando hago lo mismo por ti?”
Amari no contestó inmediatamente. Pensó en todas las veces que fue castigado por hacer algo malo. En ocasiones le prohibieron salir o no le dejaron jugar con dispositivos electrónicos, o le asignaron tareas extra en el hogar. “No es para nada divertido cuando esas cosas suceden, pero supongo que funciona”, pensó. “Al menos evita que haga las mismas cosas malas una y otra vez”.
“No me gusta castigarte”, continuó papá, “pero si quiero ser un padre como Dios quiere que sea, es decir, un padre que te ama lo suficiente para corregirte cuando estás mal, a veces es necesario”. Él sonrió. “No olvides que nuestro Padre celestial también nos ama lo suficiente para disciplinarnos. Debido a que Jesús nos salvó, el pecado ya no es parte de lo que somos. Por esa razón, Dios utiliza la disciplina, a veces a través de los padres, para ayudarnos a crecer y que seamos más como Él”.
Amari sabía que su papá tenía razón. “Supongo que sí estoy agradecido cuando me corriges”, admitió. “¡Pero no me preguntas cómo me siento cuando esté en medio de la disciplina!” — BARBARA J. WESTBERG
AGRADECE POR LA DISCIPLINA
VERSÍCULO CLAVE: HEBREOS 12:6 (NTV)
PUES EL SEÑOR DISCIPLINA A LOS QUE AMA Y CASTIGA A TODO EL QUE RECIBE COMO HIJO.
¿Cómo te sientes cuando te castigan por hacer cosas malas? ¿Te enojas y resientes? ¿O reconoces que alguien se está esforzando para ayudarte a ser una mejor persona? Dios pone a los padres, abuelos, maestros y otros adultos en tu vida para ayudarte a crecer como es debido, porque te ama. Da gracias por la corrección de Dios, ya que Él trabaja para hacerte más como Jesús.
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