A solas en la tormenta

—¿Podemos subir ya? —Mariela apretó sus rodillas contra el pecho.  Nunca le había gustado el sótano y no se sentía bien al esperar ahí abajo a que pasara una tormenta.

Jemima, la niñera de Mariela, asintió.

—Ya falta poco, Mari.  La tormenta pasará pronto.

Mariela no estaba tan segura, pero después tuvo una idea.  La lección de la escuela dominical de esa semana le vino a la mente: la historia de cómo Jesús calmó la tormenta.

—Ya sé lo que tenemos que hacer —aseguró Mariela—.  Tenemos que orar.

Jemima sonrió.

—Me parece una excelente idea.

Mariela inclinó su cabeza y comenzó a orar:

—Señor, por favor, detén esta tormenta ahora mismo.  Amén.

La niña se puso de pie y subió corriendo las gradas.  Jemima trató de llamarla, pero Mariela no miró hacia atrás.  Había orado.  La tormenta había pasado.

Pero el momento en que la niña abrió de golpe la puerta del sótano, un relámpago iluminó la habitación.  Mariela gritó por el espanto.  Se dio la vuelta y corrió nuevamente hacia donde estaba Jemima, lo más rápido que pudo, con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Por qué Dios no detuvo la tormenta? —preguntó Mariela—.  ¡No entiendo!

Jemima secó las lágrimas de la niña.

—Hay una historia en la Biblia en que los amigos de Jesús estaban en un barco, en medio de una tormenta.  Jesús camina hacia ellos sobre el agua y les dice que no tengan miedo porque Él está con ellos.  Pero ¿sabes qué lo más loco?  Jesús no detiene la tormenta enseguida.  Primero invita a su amigo Pedro a caminar en el agua para encontrarse con Él, a pesar de que la tormenta seguía agitando el mar.

Mariela frunció el ceño.

—¿Por qué esperó para detener la tormenta?

—No lo sé, Mari.  El punto es que Jesús siempre está con nosotros, aun cuando los truenos siguen retumbando y los relámpagos continúan zigzagueando a través del cielo.

Mariela pensó en las palabras de Jemima.  Entonces cerró los ojos e hizo una nueva oración:

—Señor, por favor, detén la tormenta.  Pero mientras siga, guárdame a salvo contigo.

Casi enseguida, el corazón de Mariela estaba más tranquilo y las lágrimas desaparecieron.  Cuando los ruidos de la tormenta se desvanecieron, la niña hizo una oración más:

—Señor, ayúdame a recordar que nunca estoy sola en la tormenta.  —  BECCA WIERWILLE

NUNCA ESTÁS SOLO EN LAS TORMENTAS DE LA VIDA

VERSÍCULO CLAVE:  MATEO 14:27

PERO ENSEGUIDA JESÚS LES DIJO: «TENGAN ÁNIMO, SOY YO; NO TEMAN».

¿Alguna vez has tenido muchísimo miedo?  A lo mejor te asustan las tormentas, te da miedo enfermarte o conocer a personas nuevas.  Pero el mismo Dios que te ama con todo Su corazón nunca te dejará solo.  Jesús promete que estará contigo, aun en medio de los momentos más aterradores de la vida.  Cuando sientas temor, recuerda que Su presencia te acompaña y confía en que Él cuidará de ti.

Clave de Hoy
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