La ofrenda de Camilo
Camilo haló la manga de su mamá en la entrada de la iglesia. “Necesito un poco de dinero para nuestra ofrenda”.
“Está bien”, aceptó la madre, abriendo su cartera. Camilo tomó el dinero que ella le entregó y se fue corriendo a su clase.
“Supongo que muchos de ustedes recibieron de sus padres el dinero para la ofrenda”, señaló la señora Mendoza después de que recogieron las ofrendas en la clase. “Tengo una sugerencia. Durante el próximo mes, ¿qué tal si solo ponen en la ofrenda el dinero que se han ganado ustedes mismos? Los misioneros lo usarán para construir una escuela. Algunos de esos niños no tienen padres; otros no tienen lo suficiente para comer. Ustedes entregarán su dinero al Señor, para que esos chicos puedan escuchar acerca de Jesús”.
A Camilo no le gustó la idea de dar de su propio dinero. “No veo cuál es la diferencia si damos de nuestro dinero o si nuestros padres nos ayudan”, se quejó de camino a casa, después de la iglesia.
“La diferencia es que no tienes un gozo real por dar al Señor cuando esa ofrenda no te costó nada”, aseguró su padre.
“Puede que no, pero tampoco recibo mucho dinero, y tengo que ahorrar para una bicicleta nueva”.
“A veces tenemos que sacrificarnos y renunciar a las cosas que queremos para dar una ofrenda a Dios”, indicó papá. “Nosotros damos para mostrarle nuestra gratitud por haber sacrificado a Su propio Hijo por nosotros. Quizá encuentres modos para ganar un dinero extra. Ora y pregúntale a Dios qué es lo que debes hacer”.
En las siguientes cinco semanas, Camilo se sorprendió por ver la cantidad de trabajos que pudo conseguir. Sus padres le pagaron por tareas extra que hizo en casa, cortó el césped para sus vecinos y limpió el sótano de su abuela. De hecho, disfrutó ganar dinero para la ofrenda misionera, e incluso decidió ofrendar el dinero que normalmente gastaba en dulces cada semana.
“Cuando trabajo para ganar dinero extra, me imagino que soy un misionero y que estoy haciendo esta labor para que las personas puedan oír sobre Jesús”, le comentó Camilo a su madre un día.
“¿Te imaginas?” Mamá sonrió. “No te estás imaginando nada, Camilo. A pesar de que no estás en un país lejano, la labor que haces está ayudando a que otras personas conozcan a Jesús. En ese sentido, tú también eres misionero”. La madre abrazó a su hijo. “¡Estoy muy orgullosa de ti!” – BERNARD PALMER
DA TU OFRENDA PARA DIOS
VERSÍCULO CLAVE: 2 SAMUEL 24:24
NO OFRECERÉ AL SEÑOR MI DIOS HOLOCAUSTO QUE NO ME CUESTE NADA.
¿Das tu ofrenda de verdad a Dios o solo pones lo que te dan tus padres? Recuerda que ofrendar siempre nos cuesta algo. Cuando Dios nos dio a Su Hijo, costó la vida de Jesús. Pídele a Dios que te muestre cómo puedes dar para Él. A lo mejor tengas que buscar modos para ganar un dinero extra o donando tus cosas o tu tiempo para que otras personas puedan oír sobre Él. Cualquiera que sea tu opción, da tu ofrenda con un corazón agradecido por todo lo que Él ha hecho por ti.
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