¡Mío!

A Marcia le encantaba servir como voluntaria en la sala cuna de la iglesia. Ella sonreía cuando los pequeñines les servían comida de juguete a ella y a la maestra de preescolar, la señora Andrade.

—¡Mío! —gritó Máximo antes de arrancharle un pastelillo de plástico a Estela.

Estela no se iba a rendir tan fácilmente. Volvió a tomar su pastelillo, gritando también:

—¡Mío!

Marcia le entregó a Máximo otro pastelillo de juguete.

—Ahora ambos tienen su propio dulce.

Después de la iglesia, Marcia les contó a sus padres sobre estela y Máximo.

—Creo que gritaron la palabra «mío» al menos unas cincuenta veces. ¡Los dos querían quedarse con los juguetes sin compartir!

—Así son la mayoría de las personas en el mundo —opinó papá.

—¿A qué te refieres? —preguntó Marcia.

Su padre explicó:

—Dios creó el mundo y todo lo que hay en él. Todo le pertenece al Señor y, sin embargo, tratamos de aferrarnos tanto a nuestras cosas, nuestro dinero, incluso nuestros talentos, como si esas cosas realmente nos pertenecieran. Es igual a lo que hacen esos chiquitos de dos años.

Marcia se quedó pensando por un momento.

—En la escuela nos enseñaron que los colonos tomaron las tierras de los nativos norteamericanos.

—Ese es un ejemplo —afirmó papá—. A lo largo de la historia la gente ha actuado con una actitud de «mío».

—La señora Salguero me pidió que cante en el coro de niños, pero le dije que no, porque ninguna de mis amigas estará ahí, aunque sí me gusta cantar y necesitan más voces —admitió Marcia—. Creo que fue egoísta de mi parte.

—Y yo todavía tengo mi vieja bicicleta, a pesar de que me gané una nueva en la rifa de la escuela —declaró Aldo, el hermano de Marcia—. Mi maestra me dijo dónde podía donar mi vieja bici, para que un niño que tiene bicicleta pudiera tener una, pero decidí que quiero quedarme con las dos en caso de que una se dañe. Solo estaba pensando en mí misma.

—Esos son buenos ejemplos de cómo nos aferramos a nuestras bendiciones, en lugar de compartirlas con los demás —expresó mamá—. Pero si escuchamos al Espíritu Santo, podemos aprender a ser menos egoístas y más como Jesús, quien estuvo dispuesto a renunciar a todo cuando se hizo humano y murió por nuestros pecados. Todo lo que tenemos es porque Dios nos lo ha dado.

—Entonces —señaló Marcia—, cuando pongo una parte de mi mesada en el plato de las ofrendas de la iglesia, ¿en realidad le estoy devolviendo a Dios su propio dinero?

Papá asintió.

—Así es, ¡porque todo le pertenece a Él!

BONNIE CARR

TODAS LAS COSAS LE PERTENECEN A DIOS

VERSÍCULO CLAVE: COLOSENSES 1:16 (NBV)

CRISTO MISMO ES EL CREADOR DE CUANTO EXISTE EN LOS CIELOS Y EN LA TIERRA…  TODO FUE CREADO POR MEDIO DE ÉL Y PARA ÉL.

¿Alguna vez has querido algo con todas tus fuerzas, aun cuando tienes todo lo que necesitas? ¿Te cuesta renunciar a lo que sientes que te pertenece? Estos son sentimientos naturales y Dios desea que tengamos las cosas que necesitamos y algunas de las cosas que queremos. Pero recuerda que todo lo que tienes proviene de Jesús, quien entregó Su vida por ti. Confía en que el Señor te ayudará a compartir con los demás las bendiciones que Él te da.

Clave de Hoy
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