Cristianos salados
—¿Me pasas el cloruro de sodio, por favor? —pidió Jacinto. Salía vapor de los vegetales variados mientras el niño tomaba el tazón.
—¿Qué es crudo de sodio? —preguntó su hermana menor, Liliana.
—Cloruro de sodio. Es el nombre químico de la sal. Lo aprendí en la clase de ciencias.
—Eres inteligente. Ya quiero tener una clase de ciencias para ser inteligente —comentó Liliana.
—¿Alguna vez han oído la frase: «Ustedes son la sal de la tierra»? —preguntó su padre.
Liliana tomó un poco de vegetales con su cuchara.
—Qué ridículo. ¿Cómo pueden las personas ser sal?
—Es algo que Jesús dice en la Biblia. El resto del versículo dice: «Pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres».
—¿Para qué va a querer alguien pisar encima de la sal? —preguntó Liliana.
—En invierno caminamos sobre la sal —explicó su madre—. La ponemos en las calles y en las veredas, porque hace que se derrita el hielo. Pero Jesús no está hablando de eso. Donde Él vivía, no tenían nieve ni hielo. La gente de su época usaba la sal para otras cosas y, si ya no podía cumplir con su propósito, la tenían que tirar a la basura.
—¿Para qué se usa la sal, además de derretir del hielo? —preguntó papá.
—A mí me gusta la sal en mis papitas fritas —opinó Jacinto. El niño miró a su mamá. Ella siempre le decía que no comiera demasiada sal.
—La sal también es un preservante, evita que las cosas se dañen. En la antigüedad, la gente no tenía refrigeradores ni congeladoras, así que cubrían la carne con sal para poder cocinarla después —indicó su madre.
—Pero ¿qué tienen que ver todas estas cosas con nosotros? —preguntó Jacinto—. ¿Cómo seguimos siendo salados?
—Bueno, así como la sal añade sabor a las comidas, los cristianos dan sabor al mundo con amor —aseguró el padre—. Cuando tratamos a los demás con la bondad y el amor de Jesús, los apuntamos hacia Su bondad.
—También somos parte de la iglesia, el cuerpo de Cristo que está compuesto de todos quienes confían en Él —agregó su madre—. Juntos preservamos la verdad y la esperanza de Jesús en un mundo que está dañado por el pecado. La tarea de la iglesia es contar a las demás personas que Jesús murió y resucitó para salvarnos, y que Él volverá algún día. Nuestro propósito es esperar lo que vendrá después: ¡el Reino eterno de Jesús!
—¡Amén! —declaró Jacinto.
LORI HULVEY
LOS CRISTIANOS SON LA SAL DE LA TIERRA
VERSÍCULO CLAVE: MARCOS 9:50 (NVI)
LA SAL ES BUENA, PERO, SI DEJA DE SER SALADA, ¿CÓMO LE PUEDEN VOLVER A DAR SABOR? QUE NO FALTE LA SAL ENTRE USTEDES, PARA QUE PUEDAN VIVIR EN PAZ UNOS CON OTROS.
¿Eres un cristiano salado? Si conoces a Jesús, puedes dar sabor a las vidas de las demás personas con la bondad y el amor del Señor. Puedes ayudar a extender las Buenas Nuevas de lo que Él hizo para salvarnos. Los cristianos son la sal de la tierra y debemos trabajar juntos, como el cuerpo de Cristo, para llevar a las personas hacia Él. ¿Cómo puedes tú y la gente de tu iglesia ser la sal del mundo que los rodea, con la esperanza y el amor de Jesús?
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