Oraciones de alabanza

Leer: Salmo 100

—Yo oraré hoy —ofreció Tatiana al sentarse para desayunar—.  Señor Jesús, bendice estos alimentos.  Por favor, danos un buen clima —oró, pensando en la salida que tenían planeada para el día—.  Guárdanos a salvo y, por favor, evita que Cirilo se ponga quisquilloso.  Amén.

Cuando la niña terminó de orar, su padre se veía pensativo mientras se servía unos huevos revueltos.  Después del desayuno, todos se subieron al automóvil: mamá y papá, Tatiana, su hermano Amós y el bebé Cole.  En poco tiempo comenzaron a disfrutar del sol y la arena en el lago.

Cuando los padres llevaron a Cirilo para que se mojara los pies en el agua, Tatiana notó que algunas gaviotas se estaban peleando por sobras de comida, no muy lejos de donde ella y Amós se habían sentado.  Cada ave protestaba por conseguir la mayor cantidad de comida posible para sí misma. 

—Creo que las gaviotas están con hambre —comentó Tatiana.

Amós tomó unas galletas de la canasta de la comida.

—Podíamos darles un poco de estas galletas.

Tatiana y Amós hicieron migajas con las galletas mientras caminaban por la playa.  Cuando arrojaron las migas a las gaviotas, inmediatamente se vieron rodeados de pájaros que chillaban y que devoraron rápidamente las migajas, pidiendo más con gritos estridentes.  Las aves se acercaron cada vez más a los niños, prácticamente arranchándoles las galletas de sus dedos.

—Creo que les caemos bien —gritó Tatiana.  Pero cuando se acabaron las galletas, las gaviotas también se fueron a buscar comida por otro lado.

—No deberían alimentar a las gaviotas —indicó mamá cuando regresaron a la sábana que habían extendido sobre la arena—.  Cuando les das comida, nunca se van.

—Esas gaviotas sí se fueron —dijo Tatiana—.  Pensé que les caíamos bien, pero no estaban aquí por nosotros, ¡solo querían las galletas!  Cuando recibieron lo que querían, se fueron.

Papá asintió.

—Temo que a veces podemos ser como las gaviotas, más interesados en lo que podemos conseguir que en la persona que nos da nuestras bendiciones —él sonrió al ver la mirada confundida de su hija—.  Nuestras oraciones muchas veces contienen muchos «dame» y pocos «gracias».  Es fácil olvidar que ya tenemos lo mejor que Jesús podría darnos: ¡a Sí mismo!  Él murió y resucitó para que podamos tener una relación con Él, y esa es la mayor bendición de todas.

Antes de su almuerzo, Tatiana se ofreció otra vez a orar.

—Gracias, Jesús, por los alimentos, por el buen clima y por poder estar juntos, pero más que nada, gracias por Ti.

JAN L. HANSEN

EXPRESA TU GRATITUD A JESÚS

VERSÍCULO CLAVE: SALMO 100:4

DENLE GRACIAS, BENDIGAN SU NOMBRE.

¿Alguna vez has hecho una oración de alabanza y acción de gracias sin pedir nada?  ¿Has dicho simplemente: «Jesús, te amo»?  Él quiere escuchar tus pedidos de oración, pero no te olvides de las muchas bendiciones que Él ya te ha dado, incluyendo la mayor bendición de todas: ¡a Sí mismo!  Él siempre está contigo para llenarte de Su paz, esperanza y amor.  ¿Qué tal si tomas un momento ahora mismo para decirle al Señor cuán agradecido estás por conocerle como tu Salvador?

Clave de Hoy
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