El testigo misterioso
Los números del reloj brillaban de forma espeluznante en la oscuridad. Damián suspiró mientras se levantaba y metía el reloj en el cajón de su cómoda. “¿Por qué lo robé?”, se preguntaba. El niño vio el reloj cuando fue de compras con su mamá. Tenía tantas ganas de tenerlo, que se lo metió a hurtadillas en el bolsillo. “Ni siquiera me lo puedo poner”, pensó. “Mamá y papá se darán cuenta, ¿y cómo les voy a explicar? Espero que nadie me haya visto cuando lo agarré”. Damián dio vueltas en la cama toda la noche y, al día siguiente, estaba agotado por el cansancio y la culpa.
Durante la hora del almuerzo, Damián notó que algunas maestras hablaban juntas en voz baja, y una de ellas parecía mirar hacia donde él estaba. De hecho, parecía que todos lo miraban sospechosamente. “¿Quién me vio tomar el reloj?”, se preguntaba.
Esa noche, Damián escuchó pasos en el pasillo. “¿Quién está ahí?”, susurró. “¿Qué desea?”
El papá de Damián apareció en la puerta. “Solo me levanté para ir por un vaso de agua”, indicó. “¿Pasa algo?”
“Está en el primer cajón de la cómoda”, confesó Damián con lágrimas en los ojos. “Por favor, llévatelo”.
Confundido, su padre encendió la luz y abrió el cajón. Entonces silbó suavemente mientras sostenía el reloj. “Por lo que acabas de decir, supongo que no lo conseguiste de una manera honesta, ¿verdad?”
Damián le contó a su papá toda la historia, y terminó con su impresión de que todos parecían saber lo que hizo.
El padre asintió. “Sí hay alguien que te vio robar ese reloj, y te ha estado molestando por eso”.
“¿Quién?”, preguntó Damián.
“Dios te vio”, respondió papá. “Cuando el Espíritu Santo nos convence de pecado, Él nos deja en claro que nuestras acciones no encajan con lo que somos como hijos de Dios”.
“Tengo… tengo que ir a devolverlo y admitir que lo robé, ¿verdad?”, preguntó el niño.
“Sí”, afirmó su padre. “¿Y qué otra cosa crees que deberías hacer?”
Damián pensó por un momento. “Debo confesarle mi pecado a Jesús”.
Papá asintió. “Jesús siempre nos perdona cuando confesamos nuestro pecado y nos ayuda a arreglar lo que hemos hecho mal”.
En ese momento, Damián inclinó su cabeza, pidió perdón a Dios y prometió devolver el reloj al día siguiente, aceptando las consecuencias por haberlo robado. Y entonces durmió profundamente y en paz. — SHERRY L. KUYT
EL ESPÍRITU DE DIOS NOS MUESTRA NUESTRO PECADO
VERSÍCULO CLAVE: PROVERBIOS 28:1
EL IMPÍO HUYE SIN QUE NADIE LO PERSIGA, PERO LOS JUSTOS ESTÁN CONFIADOS COMO UN LEÓN.
¿Hay algún pecado que el Espíritu Santo te esté mostrando? ¿Sientes culpa por algo que hiciste y por eso te cuesta pensar en otras cosas? Aunque nadie más sepa lo que hiciste, Dios sí lo sabe. No puedes esconder tu pecado de Él. Confiesa tu pecado a Jesús y recibe la perfecta paz de Su perdón. Después admite lo que hiciste a la persona que hayas ofendido y arregla la situación.
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