Agua en el desierto
Omandi observó con los ojos bien abiertos y suplicantes mientras su hermano empacaba sus cosas en su camioneta. Cada verano, Omandi visitaba a Jimiyu y a su esposa por toda una semana. Ellos vivían en Namanga, Kenia, no tan lejos del parque nacional Amboseli, donde Jimiyu administraba las poblaciones de leones, jirafas, cebras y elefantes que deambulaban en ese lugar.
“Quisiera pasar el día con ustedes. ¿No pueden venir conmigo?”, preguntó Omandi, con la esperanza de que su hermano cambiara de opinión.
Jimiyu usó su manga para limpiarse la frente que ya brillaba por el sudor. “Lo siento, Omandi, pero hoy no puedo. Tuvimos reportes de que hubo cazadores furtivos por la noche, así que tengo mucho trabajo. Pero me serviría de mucho que me ayudes a cargar el resto de estas cajas. Pásame esa caja con tranquilizantes”.
Juntos llenaron el vehículo con provisiones para el parque: cobijas, papel de impresora, medicinas y varias latas de gasolina. Entonces Jimiyu ubicó su rifle y tres cajas de municiones bajo el asiento de adelante. “Ahora falta lo más importante”.
“¡Agua!”, exclamó Omandi. Todos los que habían pasado por la estación seca de Kenia sabían lo importante que era el agua.
Jimiyu trajo los pesados jarros. “No aguantarías ni un día en este calor sin agua. Y los animales tampoco. Los pantanos los atraen a Amboseli”.
Omandi le ayudó a hacer espacio en la camioneta y después Jimiyu cerró la puerta, pensativo. “¿Sabías que, en uno de los Salmos, David compara su anhelo por Dios con las ansias de un animal sediento?”, preguntó. “Esa es una imagen familiar en el parque, que me recuerda cuánto anhelo la presencia de Dios en mi vida. Sin Él, no podría hacer nada”.
“¿Necesitas a Dios más que al agua?”, preguntó Omandi.
“¡No lo dudes!”, afirmó Jimiyu, acariciando la cabeza de su hermano menor. “En el Nuevo Testamento, Jesús se llama a Sí mismo agua viva, porque no podemos vivir sin Él. Jesús nos salva del pecado y nos da vida eterna. Cuando nuestros corazones tienen sed, podemos ir a Él para que nos refresque”.
Jimiyu se subió en la camioneta. “¿Qué tal si hoy pasas tiempo con Jesús cuando yo me vaya?”, le sugirió a su hermano. “Mañana te llevaré a ver los leones en el estanque de agua. ¿Trato?”
Omandi sonrió. “¡Trato hecho!” — MICHELLE ISENHOFF
JESÚS ES EL AGUA VIVA
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 42:1
COMO EL CIERVO ANHELA LAS CORRIENTES DE AGUA, ASÍ SUSPIRA POR TI, OH, DIOS, EL ALMA MÍA.
¿Alguna vez has tenido tanta sed que no podías pensar en otra cosa que no fuera un vaso de agua? Necesitamos a Jesús al igual que al agua. Él nos limpia del pecado y nos da vida. también nos refresca cuando nuestros corazones están secos y sedientos. La próxima vez que tomes agua, dedica unos minutos para hablar con Jesús y crecer en tu amistad con Él. Permite que Él refresque tu alma sedienta.
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