Pulgares de tornado
Félix entró a la casa y se lanzó al sillón. Algunos niños de su equipo de béisbol le habían contado que Jeremías, su compañero de clase, estaba diciendo cosas feas y mentiras sobre él. “Si fuera tú, ¡lo retaría!”, le sugirió uno de sus amigos.
“Sí”, afirmó otro. “Es la única manera en que lograrás que deje de decir ese tipo de cosas”.
Félix supuso que tenían razón. Sacó su celular y rápidamente escribió un mensaje para Jeremías. Cuando terminó, leyó nuevamente las palabras enojadas y los adjetivos no tan agradables que había escrito. “Esto hará que Jeremías piense dos veces antes de difundir mentiras sobre mí”, pensó. Cuando estaba a punto de presionar el botón de “enviar”, de repente recordó que Jeremías le había dicho unas semanas atrás que estaba interesado en ir a la escuelita bíblica de vacaciones en la iglesia de Félix, durante ese verano. El niño dudó y su pulgar se quedó paralizado encima de la pantalla.
“¡Vaya, miren eso!” Su madre señaló un reporte de noticias en la televisión. Félix levantó la mirada y escuchó cómo el reportero contaba sobre un tornado que había destruido una ciudad en otro estado y arrasó con muchas casas a su paso. Había imágenes de gente caminando por sus jardines arruinados, sus casas devastadas y sus automóviles patas arriba. Sus pertenencias estaban regadas por todos lados. Las personas se veían aturdidas, como si no supieran qué hacer. “Solo imagínate”, comentó mamá, “todo ese daño ocurrió en unos pocos minutos”.
“Sí”, contestó Félix. “Pero probablemente tomará años reconstruir esa ciudad”.
“Tienes razón”, afirmó su madre. “Acabas de darme una idea para mi clase de la escuela dominical, hijo. La lección de esta semana es sobre cómo las palabras que decimos pueden causar mucho dolor y daño, además de evitar que demostremos a otros el amor de Jesús. ¡Esto ayudará a los niños de mi clase a entender por qué debemos tener cuidado de no tener lenguas de tornado!”
Félix bajó la mirada y vio su teléfono. “O pulgares de tornado”, pensó. “Decirle palabras crueles a Jeremías solo va a causar más daño y definitivamente no me ayudará para convencerlo de que aprenda más sobre Jesús”. El niño borró rápidamente las palabras que había escrito. “Mamá, ¿está bien si invito a Jeremías a la casa?”, preguntó. “Hay algo de lo que quiero conversar con él. Tal vez puedas ayudarme a elegir las palabras correctas”. — RUTH I. JAY
ELIGE TUS PALABRAS CON CUIDADO
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 141:3
SEÑOR, PON GUARDA A MI BOCA; VIGILA LA PUERTA DE MIS LABIOS.
¿Eliges tus palabras con cuidado cuando te enojas? ¿O acaso dices (o escribes) las primeras palabras crueles o airadas que te vienen a la mente? Las palabras de ese tipo pueden causar mucho daño y no demuestran a los demás el amor de Jesús. Confía en que Él te ayudará a lidiar con la situación de manera honesta pero amorosa. Y, en algunas situaciones, podría ser mejor involucrar también a un adulto.
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