Una conciencia que duele
“¡Tengo hambre!”, declaró Eliana una tarde. “¿Y sabes algo, Tobías? Hay dulces arriba, en la repisa más alta de la alacena. Tomemos algunos a escondidas antes que mamá regrese del mercado. ¡Nunca se va a enterar! ¡Lo he hecho muchas veces y hasta ahora no me ha descubierto!”
Su hermano frunció el ceño. “¿Eso no te hace sentir culpable?”
“No”, contestó Eliana. “Al principio, sí, pero ya no me molesta más”. Tobías vaciló, pero cuando vio cómo su hermana comía una barra de chocolate, no lo pudo resistir.
Cuando su madre llegó a casa, Tobías y Eliana salieron a jugar en la nieve. Una hora más tarde, mamá se asomó a la puerta. “Hace mucho frío afuera. ¿Qué tal si entran y les preparo un chocolate caliente?” A los niños les pareció buena idea, así que entraron a la casa.
La madre se quedó espantada al ver lo mojados y fríos que estaban los pies de sus hijos. “¿Por qué no entraron antes?”, preguntó. “¿No les duelen los pies por el frío?”
“Al principio sí me molestaban, pero queríamos terminar nuestra muralla”, explicó Tobías. “Después de un rato, ya no sentía tanto frío, ya casi ni me daba cuenta. ¡Pero ahora mis pies no se sienten nada bien!”
“Ese sentimiento de frío era una advertencia”, aseguró mamá. “Si se hubieran quedado afuera por más tiempo, les habría dado congelación. Vamos a calentar esos pies”. La madre empezó a frotar con delicadeza los pies de Eliana. “El momento más peligroso no es cuando sienten el frío, sino cuando dejan de sentirlo”, señaló mamá. “Es como su conciencia. Dios nos creó con un sistema de advertencia incorporado que se llama conciencia. Cuando nos duele, deberíamos prestarle atención y admitir que estamos haciendo algo malo. Ignorarla puede ser peligroso. Si nuestra conciencia deja de molestarnos cuando hacemos algo malo, podemos permitir que se desarrollen patrones pecaminosos en nuestras vidas. La conciencia nos ayuda a saber cuándo hemos cometido algo que debemos confesar delante de Jesús”.
Tobías y Elías se miraron el uno al otro cuando su madre salió de la habitación. “Ahora que mis pies se están calentando, me duelen… casi tanto como mi conciencia”, expresó Tobías.
Eliana asintió. “Mi conciencia también me duele otra vez, pero creo que nos sentiremos mejor cuando le contemos a mamá sobre los dulces… y le pidamos a Jesús que nos perdone”. — SHERRY L. KUYT
NO TE VUELVAS INSENSIBLE AL PECADO
VERSÍCULO CLAVE: HECHOS 24:16
YO TAMBIÉN ME ESFUERZO POR CONSERVAR SIEMPRE UNA CONCIENCIA IRREPRENSIBLE DELANTE DE DIOS Y DELANTE DE LOS HOMBRES.
¿Haces cosas que antes te hacían sentir culpable, pero ya no? Es probable que tú hayas cambiado, pero el estándar de Dios de lo que es bueno y lo que es malo nunca cambia. El Espíritu Santo con frecuencia usará tu conciencia para redargüirte de pecado. Cada vez que te pese la conciencia, pon atención. No te vuelvas insensible al pecado. Confiesa tu pecado a Jesús y apártate de él, para que puedas tener una conciencia irreprensible y tranquila.
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