Palos y piedras
“¡Mamá! ¡Ya llegué! ¡Vamos!”, gritó Tomás en el momento en que entró corriendo por la puerta. “¿A qué hora empieza la película? ¿Cuál vamos a ver? ¿Podemos poner mantequilla extra a las palomitas de maíz? ¿Podemos…?”
“Espera, Tomás”, interrumpió su madre antes que el niño pudiera decir otra palabra, “¡toma aliento, hijito! ¡Nos iremos pronto! ¿Querías invitar a Saúl?”
“Eh, no, gracias”, dijo Tomás mientras buscaba algo para comer. “Estoy seguro de que no quiero ir conmigo. No me ha hablado mucho desde el martes en el recreo”.
“¿Qué pasó?”, preguntó mamá.
“Bueno, él cometió muchos errores en el partido de fútbol, así que le dije que debería buscarse otro deporte porque no podía jugar fútbol como los demás”. Tomás se metió una papita en la boca y tomó un cartón de jugo de la refrigeradora.
“Oh, hijo, heriste sus sentimientos”, explicó su madre.
“Pero es la verdad, mamá. Además, recuerda ese refrán que dice: ‘Los palos y piedras podrán romper mis huesos, pero las palabras nunca podrán hacerme daño’. Yo no lo golpeé. Y sí le dije que lo sentía… creo”.
“Quien haya inventado ese refrán está equivocado”, aseguró la mamá. “Las palabras sí hacen daño, Tomás. Es como si hubieras golpeado a Saúl en el corazón. ¿Has visto que, cuando te golpeas con algo, te queda un moretón? Bueno, ese moretón se va después de unos días. Tus palabras golpearon el corazón de Saúl y ahora sus sentimientos tienen un moretón. Probablemente sea por eso que no quiere estar contigo”.
“Sí, tienes razón, mamá”, respondió Tomás. “No lo dije de la mejor manera tampoco. Pude haberle ofrecido algunos consejos para jugar mejor, en vez de lo que le dije”.
“¿Te acuerdas de ese versículo que leímos la semana pasada?”, preguntó su madre. “No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación’. Eso nos recuerda que debemos usar palabras que hablan del amor de Jesús a los demás. Si no son para ayudar o animar a tus amigos, no las digas”.
“Está bien, mamá. ¿Crees que sea demasiado tarde para llamar a Saúl para preguntarle si quiere ir?”
“No es tarde. ¡Y no te olvides de preguntarle si le gusta la mantequilla extra en las palomitas!” — EMILY RUDOLPH
HABLA SOLO CON PALABRAS AMABLES
VERSÍCULO CLAVE: EFESIOS 4:29
NO SALGA DE LA BOCA DE USTEDES NINGUNA PALABRA MALA, SINO SÓLO LA QUE SEA BUENA PARA EDIFICACIÓN.
¿Alguna vez te han herido las palabras de otra persona? O quizá hayas dicho palabras no tan agradables a un amigo o a algún ser querido. Las palabras pueden ser lastimar y dejar moretones en los corazones de otras personas. Como cristianos, necesitamos mostrar a los demás el amor de Dios al utilizar palabras útiles que edifiquen a las personas. Di palabras que animan a otros y los dirigen hacia Jesús.
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