Una producción de buenos frutos

Fernando agarró con fuerza el manillar de su monopatín mientras se dejaba llevar por el viento.  Las ruedas giraban suavemente en el pavimento y el niño tenía una amplia sonrisa. 

“¡Qué genial!” Su hermana, Salma, sonrió también y levantó ambos pulgares mientras se ubicaba con su monopatín junto a él.

“¡Niños!”  Su madre les hizo señas desde una mesa cubierta con frutas y vegetales coloridos en el mercado de agricultores.  “Necesito que ambos vengan y me ayuden a llevar una bolsa al automóvil”.

Los niños se miraron y refunfuñaron mientras iban a toda velocidad a la mesa con sus monopatines.  “Mamá, ¡estábamos practicando nuestros saltos!”, protestó Fernando mientras tomaba la bolsa que le entregó su madre.

“Sí”, dijo Salma con un puchero.  “¡Siempre tenemos que ayudarte a cargar cosas!”

El vendedor que estaba detrás de una mesa cercana se inclinó hacia adelante y preguntó: “¿Les gustaría probar unos duraznos?”  El hombre les entregó duraznos frescos a la madre y a los niños.

Los ojos de Salma se abrieron de deleite al morder el jugoso durazno.  “¡Este es el mejor durazno que he probado en mi vida!”

“¡Qué delicia!  Es mucho mejor que esos feos que comimos la semana pasada”, agregó Fernando con la boca llena de la rica fruta.

Mamá sonrió al vendedor.  “Comparemos algunos.  Muchas gracias, usted fue muy amable”.

“Sí, ¡gracias!”, hicieron eco los niños alegremente.

“Hijos, ¿qué tipo de fruto creen que eran cuando les pedí ayuda con las bolsas?”, preguntó mamá mientras cargaban los alimentos en la cajuela de su automóvil.

Fernando suspiró.  “No era un buen fruto”.

“Nos olvidamos de lo que leímos durante el devocional en la mañana, cómo se supone que deberíamos mostrar a otros que pertenecemos a Jesús por la forma en que vivimos”, admitió tristemente Salma.

Su madre asintió.  “Debido a que confiamos en Jesús, tenemos el Espíritu Santo en nosotros para ayudarnos a dar gloria a Dios a través de las palabras que decimos y la manera en que actuamos.  Cuando seguimos Su dirección, mostramos a otros que hay algo diferente en nosotros, algo dulce y delicioso, como el buen fruto”.

“Lo sentimos, mamá.  ¡La próxima vez pensaré en que mi actitud debe ser como esos deliciosos duraznos!”, declaró Salma con una sonrisa.

“Sí”.  Fernando guiñó el ojo.  “¡Nadie quiere un fruto prohibido!”  — SAVANNAH COLEMAN

DA BUENOS FRUTOS

VERSÍCULO CLAVE: JUAN 15:8

EN ESTO ES GLORIFICADO MI PADRE, EN QUE DEN MUCHO FRUTO, Y ASÍ PRUEBEN QUE SON MIS DISCÍPULOS.

¿Alguna vez has pensado que tu vida es un árbol que produce un fruto bueno o malo?  Si le perteneces a Jesús, tienes Su Espíritu en ti para que te ayude a vivir en maneras que le traigan gloria a Él y muestren Su amor a los demás.  Confía en que Él te ayudará a dar buenos frutos en tu vida y, cuando te equivoques, pide el perdón de Dios.

Clave de Hoy
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