Una pequeña quemadura
Rubén tiró el hielo en el lavaplatos. La quemadura en la palma de su mano había dejado de doler. Qué alivio. Pero cuando regresó arriba para jugar con sus bloques para armar, la marquita roja había comenzado a arder un poquito. Rubén lo ignoró. Tenía que terminar su nave espacial.
El niño armó una fila de pistolas de láser a un lado de la nave. Cuando extendía las puntas de las alas con piezas delgadas, el dolor en su mano aumentó. Rubén dejó de armar y se cubrió su mano quemada con la sana. ¿Por qué era tan debilucho? ¡Solo era una pequeña quemadura!
Él tomó otra pieza con su mano sana, pero el dolor de la quemadura era abrumador, así que dejó caer las piezas y corrió hacia donde estaba su madre.
“Necesitas una pomada y más hielo, Rubén”, le explicó su madre. “¿Por qué botaste el hielo?” Ella untó un poquito de pomada en la mano de su hijo y dobló los dedos del niño en una bolsa de hielo, envuelta en una tela. “Llévala contigo al automóvil. Esta noche tenemos que llevarle la cena a la señora Ocampo”.
“¿Por qué necesita la señora Ocampo que le llevemos la cena?”, preguntó Rubén, mientras se abrochaba el cinturón de seguridad unos minutos más tarde.
“Porque el señor Ocampo está enfermo, ¿recuerdas?” La madre suspiró. “Estoy preocupada por ellos. Un poco de comida les caerá bien y será de mucho ánimo para ellos en este momento”.
Cuando llegaron, la señora Ocampo les dio la bienvenida. Les hizo pasar y abrazó a Rubén cuando él la rodeó con sus brazos. “Muchas gracias por traerme esta comida. Quédense a platicar un rato”, les pidió. “He estado tan ocupada y preocupada asegurándome que el señor Ocampo esté bien, que no he tenido tiempo para cocinar. Muchas gracias. ¡Son un amor!”
“Ya veo a qué te refieres, mamá”, afirmó Rubén media hora más tarde, cuando salían de la casa de los Ocampo. “La señora tenía una quemadura en su corazón y le ayudamos para que se sintiera un poquito mejor”.
“Así es, Rubén. Cuando una parte del cuerpo de Cristo siente dolor, el resto del cuerpo siente el dolor de esa persona”, aseguró su madre. “No podías funcionar con esa pequeña quemadura y la iglesia no puede funcionar sin que los cristianos se ayuden y apoyen unos a otros cuando atraviesan por tiempos difíciles. Todos debemos ayudarnos a sanar las heridas los unos de los otros”. – AMY GLENDINNING
CUIDA DEL CUERPO
VERSÍCULO CLAVE: 1 CORINTIOS 12:26
SI UN MIEMBRO SUFRE, TODOS LOS MIEMBROS SUFREN CON ÉL.
¿Ayudas a otros miembros del cuerpo de Cristo cuando ves que uno de ellos siente dolor? ¿Alguien te ha ayudado cuando atravesabas por un momento difícil? Todos los que confían en Jesús son parte del mismo cuerpo. Cuando uno de nosotros siente dolor, nos afecta a todos y debemos hacer todo lo posible por ayudar. Cuidemos de otros cristianos al ayudarlos, apoyarlos y animarlos.
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