Volar demasiado alto
—El señor Huerta nos leyó hoy otra historia de la mitología griega —contó Vinicio una tarde.
—¿En serio? ¿De qué se trataba? —preguntó Aldo.
Vinicio sonrió. Sabía que a su hermano menor le encantaban las historias.
—Estos cuentos no son verdad, lo sabes. Pero este se trataba de un padre y un hijo, llamados Dédalo e Ícaro, que fueron puestos en prisión por el rey. Un día Dédalo, el padre, tomó plumas e hizo dos pares de alas, para que pudieran escapar y volar lejos. Él pegó las alas en la espalda de su hijo con cera y le advirtió a Ícaro que no volara demasiado cerca del sol, porque el calor derretiría la cera y sus alas se caerían.
—¿Y pudieron volar? —preguntó Aldo, brincando en su silla.
Vinicio asintió.
—Sí, los dos escaparon volando. Pero cuando Ícaro empezó a volar cada vez más alto, comenzó a sentirse tan poderoso que se olvidó de lo que su padre le había dicho, y voló demasiado cerca del sol. Como era de esperarse, la cera se derritió, tal como su padre le advirtió. Las alas se cayeron e Ícaro cayó en el mar y se ahogó.
—¡Qué horrible! —exclamó Aldo con una mirada de preocupación—. ¿Crees que eso nos podría pasar cuando subamos al avión para visitar a la abuelita la próxima semana?
—Por supuesto que no —aseguró Vinicio—. Las alas de un avión no están pegadas con cera.
El padre de los niños, que estaba enseñando, también quiso hablar.
—Vinicio tiene razón, no tienes de qué preocuparte con respecto al avión, Aldo. Pero esa historia sí me recuerda de lo que puede pasar si tratamos de volar demasiado alto de otra manera.
—¿En un globo aerostático, por ejemplo?
Papá rio.
—No, estoy hablando del orgullo. A veces, especialmente cuando las cosas nos están yendo bien en nuestras vidas, es probable que pensemos demasiado de nosotros mismos y empecemos a sentirnos poderosos, como Ícaro. Es un gran error pensar que podemos seguir adelante sin Dios. Debemos darnos cuenta de que dependemos de Él para todo.
—¡Por eso tenemos que confiar en Jesús! —indicó Aldo.
El padre asintió.
—Correcto. Debemos admitir que no podemos salvarnos a nosotros mismos del pecado, solo Jesús puede salvarnos. Pero aun cuando somos cristianos, todavía tenemos que depender de Dios todos los días. Él promete que nos proveerá todo lo que necesitamos y nos dará la fuerza y la sabiduría en todo lo que hagamos. Debemos confiar en el Señor y depender de Él, no apoyarnos en nosotros mismos.
TANYA FERDINANDUSZ
NO SEAS ORGULLOSO
VERSÍCULO CLAVE: 1 PEDRO 5:5 (NTV)
DIOS SE OPONE A LOS ORGULLOSOS, PERO DA GRACIA A LOS HUMILDES.
¿Estás muy orgulloso de tus logros, por ejemplo, si te va bien en la escuela o ganas los juegos? Está bien que te sientas bien por un trabajo hecho con excelencia, pero cuando empiezas a depender de tus propias fuerzas y de tu habilidad para avanzar en la vida, en lugar de depender de Dios, estás volando demasiado cerca del sol. Necesitas que el Señor te salve del pecado y necesitas Su fuerza, guía y sabiduría todos los días de tu vida. Confía en Dios para que Él te ayude en todo lo que hagas.
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