Un mal comienzo
“¡Levántate, Miqueas! Es hora de alistarse para ir a la escuela”, gritó mamá. El niño se tapó la cabeza con las cobijas y se metió más profundamente en el tibio capullo de cobijas. Ni siquiera abrió sus ojos. Estaba demasiado ocupado soñando que era el piloto de un gran avión y que viajaba por todo el mundo. “Miqueas”, gritó su madre nuevamente, “¡levántate ahora mismo! ¿Me oíste?”
“Sí”. La voz del pequeño se ahogaba por la almohada que estaba encima de su cabeza.
“Miqueas, ¡dije ahora!” La voz de su madre era severa.
El hijo suspiró, pero finalmente salió a tropezones de la cama y se metió en la ducha.
“Está lloviendo”, comentó Miqueas cuando entró a la cocina unos minutos más tarde. “¿Por qué el sol no brilla todos los días?” Ojeó su desayuno sobre la mesa y frunció el ceño. “Oh, ¡guácala! ¡Avena! ¡No soporto la avena!”
En ese momento, la hermana de Miqueas llegó a la mesa. “Buenos días con todos”, saludó Adriana. “¡Estoy tan emocionada! Mi clase hará una excursión al museo hoy. ¡Va a ser tan divertido!”
“Mi clase nunca sale en excursiones”, se quejó Miqueas. “¡Odio la escuela!”
“¿Quién quiere dar gracias antes de comer?”, preguntó mamá.
“Es turno de Miqueas”, aseguró Adriana.
Miqueas puso mala cara. “Bueno, ya”, balbuceó, e inclinó su cabeza. “Querido Jesús, gracias por este día que nos has dado, gracias por esta comida y por nuestra escuela. En Tu nombre, amén”.
“Miqueas, creo que algo anda muy mal”, comentó su madre cuando le pasó el plato con avena.
El niño levantó la mirada. “¿Mal? Supongo que te refieres a esta avena. A mí tampoco me gusta”.
“No, no me refiero a la avena. Me refiero a ti”, afirmó mamá. “Diste gracias a Jesús por este día, por la comida y por tu escuela, pero lo único que has hecho, hasta ahora, es quejarte de esas cosas”.
Miqueas no podía negarlo… había estado refunfuñando desde que salió de la cama. “Lo siento, mamá”, expresó. “Esta mañana tuve un mal comienzo”.
“Me he dado cuenta de que la mejor manera para dejar de quejarme es recordar todo lo que tengo en Jesús”, explicó su madre, “como la salvación, la vida eterna y todas las bendiciones terrenales que me ha dado”.
“Las bendiciones terrenales como… ¿la avena?” Miqueas sonrió y se metió a la boca una enorme cucharada de avena. “¡Si le agrego azúcar morena, estoy seguro de que quedará deliciosa!” — LINDA M. WEDDLE
ELIGE EL GOZO, NO LAS QUEJAS
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 118:24
ESTE ES EL DÍA QUE EL SEÑOR HA HECHO; REGOCIJÉMONOS Y ALEGRÉMONOS EN ÉL.
¿Cómo empiezas cada día? ¿Dando gracias a Dios por un día más que te ha concedido o quejándote por las cosas que no te gustan? ¿También terminas así tu día? No seas quejumbroso. Cuando sientas la urgencia de quejarte, piensa en todo lo que Jesús ha hecho por ti y en las muchas bendiciones que Él te ha dado en esta vida. Sé un cristiano o cristiana llena de gozo, no alguien que se queja.
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