Un juicio apestoso

“¡Papá, no vas a creer lo que pasó en la escuela!”, exclamó Maya.  La niña corrió para adelantarse a su hermano y dejó caer su mochila en la mesa de la cocina.

“Cuéntame”, le pidió su padre mientras abría la refrigeradora.  “¿Quieres un vaso de leche?”

“No, gracias”, expresó Cosme con una cara agria.  “¡Ya tuve suficiente leche por hoy!”

“Yo también”, indicó Maya antes de sonreír a su hermano.  “Papá, ¿recuerdas que Cosme había estado quejándose de un olor raro en su casillero de la escuela?”

El padre asintió y miró a su hijo.  “El casillero de Gonzalo está junto al tuyo y crees que debe limpiarlo porque todos los que están cerca se quejan también, ¿verdad?  ¿Encontraste qué es lo que causaba el problema en el casillero de Gonzalo?”

“¡Era leche!  ¡Leche cortada!”, dijo Maya abruptamente.  “Pero no era de Gonzalo.  ¡Estaba en el casillero de Cosme!  Dejó ahí medio cartón de leche”.

“Lo había olvidado”, explicó el niño, avergonzado.  “Lo puse en la repisa de mi casillero hace una o dos semanas y se quedó en el fondo, detrás de otras cosas.  Entonces la leche se dañó”.

“Sí, ¡y olía tan feo!”, aseguró Maya.  “No puedo creer que Cosme nunca se dio cuenta de que el olor provenía de su propio casillero”.

“Yo tampoco, pero no lo noté”, señaló Cosme, encogiéndose de hombros.  “Creí que era culpa de Gonzalo, pero debí haber revisado mi propio casillero”.

“Entonces tenías una leche apestosa e hiciste un juicio apestoso”, observó papá.  “Sería bueno que tuvieras en mente tu leche cortada cada vez que te sientas tentado a juzgar a otras personas por algo que hicieron.  Es fácil que hagamos juicios apestosos cuando apuntamos con el dedo a otros, en lugar de ver los problemas que hay en nuestras propias vidas”.

“Pero… ¿qué pasa si vemos que alguien está robando algo?  ¿O si le hace daño a otra persona?”, preguntó Cosme.  “A veces debemos hacer juicios, ¿no crees?”

“Sí, hay veces en las que debemos confrontar a otras personas porque hacen algo mal o contar lo que está sucediendo a alguna autoridad, para que puedan ayudar”, explicó su padre.  “Pero eso no nos da el derecho de ponernos por encima de los demás.  Todos somos pecadores que necesitan a Jesús.  Él es la única persona perfecta que ha vivido.  Debemos dejarle los juicios a Él”.  —  MARY F. WATKINS

DEJA LOS JUICIOS A DIOS

VERSÍCULO CLAVE: SANTIAGO 4:12

¿QUIÉN ERES QUE JUZGAS A TU PRÓJIMO?

¿Sueles apresurarte a señalar con el dedo a otros?  ¿Criticas su estilo de vida o lo que hacen diferente de lo que tú crees que es lo correcto?  Es más fácil señalar las falencias de otras personas en vez de las tuyas, ¿no es así?  Pero Jesús no nos llama a vivir de esa manera.  Él murió en la cruz por todos los pecados, incluyendo los tuyos, y es el único que puede juzgar.  Enfócate en vivir tu propia vida y déjale el juicio a Jesús.

Clave de Hoy
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